lunes, 17 de mayo de 2021

EL AMOR A DIOS.

Amarás al Señor tu Dios de todo corazón, y de toda tu alma, y de toda tu mente Mat. 22:37,39.

Amarás al Señor. Según la declaración del Maestro éste es el primero y más grande mandamiento. 

La grandeza radica en que los dos mandamientos se basan en el gran principio del amor, y que los dos demanda la atención concertada y la cooperación de todas las partes. 

Jesús cita aquí a Deut. 6:5 y Luc 10:27. Mediante el poder de la gracia de Cristo, una persona puede comenzar a observar los preceptos de la ley divina, debe tener amor en el corazón (cf. Roma. 8:3-4). 

Pero también hay otras clases de personas que repudia y le es difícil amar a Dios. Hay algo en el hombre que resiste a Dios, y de un modo tras otros procura evitarlo. 

Pero los que aman a Dios, a los que conforme a su propósitos son llamados. 

Son los que de su corazón mana el amor. La obediencia a Dios que no nace del amor es tan imposible como inútil. 

Donde existe el amor para con Dios, las personas sinceras y cristianas 

automáticamente pondrá su vida en armonía con la voluntad divina como esta expresada en sus mandamientos (Juan 14: 15; 15:10). 

Amaras a Dios de todo tu corazón. Debemos entrar en la escuela de Cristo, aprender de su mansedumbre y humildad. La redención es aquel proceso por el cual el alma se prepara para el cielo. 

Esa preparación significa conocer a Cristo. Y el amor nos da las tres dimensiones del ser humano, Cristo nos esta enseñando que el amor de Dios es verdadero y este saturara la vida del creyente. 

Esto nos da otra dimensión, la que el hombre debe de dejar o abandonar las practicas y costumbres que se adquirieron en el mundo. 

La semejanza de este amor radica en que los dos mandamientos se basan en el gran principio del amor, y que los dos demanda la atención concertada y la cooperación de ambas partes. 

Cuando el alma es librada de todo lo que se opone a la lealtad de Dios el amor renace. 

El amor a sí mismo es lo que trae iniquidad. 

Cuando hayamos nacido de lo alto, el amor fluirá hacia nuestro prójimo.

 El que anda en el camino de los mandamientos de Dios, anda en compañía de Cristo, y en su amor y el corazón descansa. 

Para ser totalmente abnegado en el trato con los prójimos, se debe amar en primer lugar a Dios en forma suprema. 

Este es el fundamento de toda conducta correcta del cristiano. 

¿No decidiremos ahora amar a Dios de aquí en adelante con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma, con toda nuestra mente? 

Tales, según el Maestro, son los requerimientos del primer mandamiento.

MARANATA.

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