jueves, 13 de mayo de 2021

BUSCANDO A DIOS.

Y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón. Jer.29:13

Cuando nos dirigimos a Dios, nuestros pensamientos deben de ser puros y sinceros. 

Esto es lo que expresa en Deut. 4:29, y en Jeremías lo expresa del mismo modo. 

Dios nos explica que no puede hacer nada en favor nuestro a menos que éste lo busque con un propósito sincero. 

Israel había sido un pueblo favorecido; Dios había hecho del templo su habitación; era “de hermosa perspectiva, el gozo de toda la tierra”. 

Pero el Israel no le busco con sinceridad. Poseía el templo más hermoso de la tierra, Allí estaba la crónica de más de mil años de custodia protectora y el tierno amor de Jesús, como de un padre soporta a su hijo. 

Si Jerusalén hubiese conocido lo que era su privilegio conocerle, si hubiera hecho caso de la luz que el cielo le habría enviado, más luz, podría haberse destacado en la gloria de la prosperidad, reina de los reinos, libre en la fuerza del poder dado por su Dios (DTG. 529-530). 


En la Edad Media se contaba muchas leyendas para comprender la realidad de la vida. 

En cierto lugar de Europa estaba caminando un joven por un hermoso jardín. 

Este joven adinerado y con muchas posesiones se deleitaba en la belleza del paisaje. 

Era un joven instruido, y dotado con muchos talentos y muy superiores a la burguesía de la época. Este joven estaba preocupado en cuanto a la vida y a la realidad de Dios.

Su mente era escéptica en cuanto a la existencia de Dios. El ejemplo de los clérigos dejaba mucho que desear. Y se hacía muchas preguntas. 

Caminando por aquel hermoso jardín llenos de pequeños lagos. Encontró a un anciano que viendo la mirada perpleja del joven sobre el lago le preguntó: 

“¿Que estas buscando? ”Perplejo por la pregunta del anciano le contesto: “Estoy buscando a Dios”. El anciano condujo al joven hasta el lago y juntos se introdujeron hasta llegar al fondo. 

El anciano cogió la cabeza del joven y la sujeto en la profundidad del lago hasta que el joven no pudo resistir más. 

El anciano por fin, le dejó libre y el joven salió a la superficie con desesperación. 

Le dijo el anciano: “Cuando estabas en la profundidad del lago, ¿qué era lo que más querías? 

La respuesta del joven fue: “quería aire”. 

“El anciano le dijo: cuando quieras buscar a Dios, tienes que buscarlo con la misma ansiedad que buscabas el aire. 

Y entonces “lo encontrarás”. Debemos de buscar a Dios con ansiedad, como buscamos el aire para respirar. Que Dios nos ayude a buscarlo con esa intensidad que buscamos el aire para respirar.

MARANATA.

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