Al despertad, dijo Jacob: Realmente, el Señor está en este lugar, y yo no lo sabía. Y añadió sobrecogido: Realmente, él Señor está en este lugar, y yo no lo sabía Gén. 28:16
Entre a una posada,
y lo primero que pedí fue agua, me bebí cuatro vasos, vasos
grandes. El posadero se me quedo mirando y mejido:
¿De donde vienes y a donde vas? Con voz tenue, vengo de Semilla, y exclamo ¡osud! ¡Que bar varo! ¿sabes que hay cuarenta kilómetros? Con voz tenue le dije si sabía donde podía dormir, el mejido: ¡Esto es una posada! Me enseño la habitación y me acosté. Sobre las doce de la diez llego mi compañero. Más tarde supe que se había quedado en una casa predicando el Evangelio Eterno, fue por eso que llego a las diez.
¿De donde vienes y a donde vas? Con voz tenue, vengo de Semilla, y exclamo ¡osud! ¡Que bar varo! ¿sabes que hay cuarenta kilómetros? Con voz tenue le dije si sabía donde podía dormir, el mejido: ¡Esto es una posada! Me enseño la habitación y me acosté. Sobre las doce de la diez llego mi compañero. Más tarde supe que se había quedado en una casa predicando el Evangelio Eterno, fue por eso que llego a las diez.
Lunes de madrugada, ocho treinta, salimos y desayunamos la la posada de ese pueblo. Cuando salimos, mi compañero mejido: Josue ves tu delante y yo iré detrás de ti, si alguien me coge, yo te recogeré.
Dios lo había previsto todo, cuan grande es nuestro Dios, y veces no lo queremos reconocer. ¡Cuanta paciencia tiene con sus hijo! Nuestra mente no se lo puede imaginar.
La suerte estaba
echada, de esas cosa de la vida que salte una valla para hacer las
cosas biológica de un ser humano. Cuando volví a la carretera, un
pastor que conducía su ganado mejido: ¡EEE! ¿hombre, su compañero le
estaba buscando?
Le di las gracias, y en ese momento comprendí que la hora había llegado, tenia que rendí cuentas ante mi Dios.
Le di las gracias, y en ese momento comprendí que la hora había llegado, tenia que rendí cuentas ante mi Dios.
Mis ojos se fijaron
en la muralla de un cortijo, salte, y vi dos arboles y entre medio de
los dos un tronco, observe que no había ningún toro, ni persona
alguna. Abrí mi biblia, y con lagrimas en mis ojos empece a cantar
el salmo 23, después empece a orar,
y a orar, cante el
salmo 51, y seguí orando, sal. 40, 34, 38, 46. Así pase toda la
mañana y parte de la tarde.
Quería tener el
perdón de mi Dios, y saber que nunca me dejaría, aunque cayera. Era
ya tarde, yo le dije a mi Dios: Padre mio y Dios mio, si me as
perdonado, si me quieres, y nunca me dejares, y estarás con migo,
aun en mi vejez, ruego te que me des tu paz, como nunca la e sentido,
y que el primer coche que pasare que no me pare; más el segundo que
pasare ese me debe de parar.
Después de secar
mis lagrimas, me dirigí a la muralla, la salte y me puse en la
carretera con dirección a Merida. Paso dos minutos, paso un coche a
gran velocidad y no paro. Yo dije: Señor, Dios mio, este debe de
parar, no había terminado mi oración, cuando un coche se paro, sin
hacerle yo ninguna señal.
El hombre me invito
a entra, y me dijo: ¿Adonde vas? Yo ¡así! A Merida, y el hombre me
dijo: te dejare a tres kilometro de Merida. Yo le dije: Gracias
Señor. Si todo quedase aquí, el nombre de mi Dios no seria
glorificado. El conducto, me dijo: ¿que tienes en las rodillas?
¡Oh! es mi Biblia, pero dentro de mi había tanto gozo, y tantas gracias en dar a mis Dios, y el tiempo se paso tan rápidamente, que no tuve tiempo de decir quien era y de que religión era. Pero lo más intrigante fue que no vi su rostro, solo vi que el traje era negro, voz suave, y el hombre era alto.
No podía creer lo que estaba pasando, cuando medí cuenta había pasado todo con tanta rapidez, me dejo en el punto convenido.
Lo extraño es que el coche volvió a tomar la dirección contraria y desapareció. Se que abra experiencias, mejores que esta, donde nuestro Dios de la paz al corazón agitado, pero se que si Dios le dio a Jacob la paz y la seguridad, también a ti y a mi si clamamos a nuestro dio.
¡Oh! es mi Biblia, pero dentro de mi había tanto gozo, y tantas gracias en dar a mis Dios, y el tiempo se paso tan rápidamente, que no tuve tiempo de decir quien era y de que religión era. Pero lo más intrigante fue que no vi su rostro, solo vi que el traje era negro, voz suave, y el hombre era alto.
No podía creer lo que estaba pasando, cuando medí cuenta había pasado todo con tanta rapidez, me dejo en el punto convenido.
Lo extraño es que el coche volvió a tomar la dirección contraria y desapareció. Se que abra experiencias, mejores que esta, donde nuestro Dios de la paz al corazón agitado, pero se que si Dios le dio a Jacob la paz y la seguridad, también a ti y a mi si clamamos a nuestro dio.
Maranata
Oren
por la vista de mi esposa, solo ve de un ojo.
Dedicada
a mi esposa Susana.
Luis
José de Madariaga.
La
Biblia a través del tiempo.
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segunda venida apocalíptica
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