EL SER UN BUEN DIRIGENTE.

“Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre”. Hechos 20:28

Pablo pronto iba a dejar este mundo, y antes de su partida da unos buenos consejos a su iglesia. 

Los que corrían más peligros eran los ancianos y los diáconos, ya que estaban expuestos a grandes tentaciones. 

Y en nuestro siglo, corren el mismo problema los dirigentes de la iglesia. 

La iglesia es el cuerpo de Cristo, el templo de Dios, y la novia del Señor. Pero también es, y muy íntimamente, el “rebaño” de Dios (Jun. 10:11-16). 

Por lo tanto debe de ser dirigida, no forzada (Jun 10:26-30), debe de ser alimentada, no explotada (Sal.23; Juan 10:7-14; 1º Ped.5:2). 

El gran pastor cuida de su ovejas, las “alimentas” y las protege. El Espíritu Santo es el único dirigente de la iglesia. 

Su liderazgo significo más que un mero asesoramiento absortaba y guiaba a los primeros ancianos. 

         Y Pablo los consideraba elegidos por el Espíritu Santo. 

Hoy en nuestro siglo, El Espíritu Santo escoge a los ancianos, y a los diáconos, estos deben de llevar una vida de consagración a Dios y a la Iglesia. 

Si su testimonio no están de acuerdo con el Espíritu Santo, el tan deshonrara a Dios y a la iglesia. 

Dios y solo Dios, juzgara los malos actos de estos hombres que fueron elegidos por la iglesia. 

Ba siendo hora que la iglesia se vuelva a los gentiles, pues los tiempos en que estamos se esta acercando ó estrechando el tiempo del fin. 

Creo con toda sinceridad, que el Espíritu Santo dio las pautas generales para decidir acerca de los grandes principios que guiaría a su iglesia hasta el fin del tiempo. 

Cuando yo era niño de diez años, iba con mi tío a llevar las ovejas a pastar al monte. 

Lo primero que hizo es meterme en la cuadra, un buen rata, y después salimos a la montaña. 

Ellas tenían impregnado mi olor, conocían mi voz, y no tenían miedo de mi. Así estuve durante tres meses. 

Ellas confiaban en mi, y conocía mi voz. El cristiano tiene que conocer la voz del Espíritu Santo, para caminar a su lado. 

Es una obligación conocer su voz, sin Él estamos perdidos en un mundo de maldad. “La oración es la clave”.

MARANATA.

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