CISTO NOS DA LA VICTORIA.

“Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido y me he sentado con mi Padre en su trono” (Apc. 3:21).

La fidelidad es un requisito de Dios para su pueblo, a lo largo de la historia, el pueblo a sido rebelde, y insensible a los requerimientos de Dios. 

ÉL Señor promete una recompensa para los que sean leales a su Ley. Jesús esta aludiendo a una tierra renovada y restaurada. 

El vencedor compartirá la gloria y el poder de Cristo, así como él comparte la gloria y el poder de su Padre. 

Cristo ve las dificultades que sus hijos pasarían a través de los siglos. Las tentaciones de Satanás están alcanzando la máxima cuotas de la raza humana. 

Pero hay esperanza para el hombre. . .La obra que esta delante de nosotros es vencer como venció Cristo. El ser humano puede vencer únicamente con la fuerza de la victoria de Cristo. 

La idea de que el cristiano puede mejorar sus perspectivas de salvación recurriendo al escapismo de una emigración espiritual y practicando una forma de justicia que cree que es superior a la de otros cristianos, está claramente en desacuerdo con las enseñanzas de nuestro Señor (Luc. 18:9-14). 

Los miembros de la iglesia Laodicea, no hemos mejorado nuestra condición de tibieza en nuestras iglesias. El propósito de Dios para su “iglesia” no incluye un plan de emigración espiritual, sino una transformación completa del corazón y de la mente y la vida. 

Pues si no hay esa transformación, solo habrá personas hipócritas. 

Cristo sufrió por nosotros mas allá de lo que podemos comprender, y deberíamos tener una verdadera transformación en nuestras vidas. 

Cristo pone a nuestra disposición el poder del Espíritu Santo para conseguir esa transformación. 

Lo tenemos todo para ganar este conflicto contra nuestro peor enemigo “el Yo” y “Satanás”. 

Pero todo no esta perdido, Dios nos ofrece “oro” “incienso” y “Colirio” para que veamos nuestra vida espiritual. 

La vida cristiana es una vida de lucha, de conflictos constante. 

Es una batalla constante. Pero con cada acto de obediencia y abnegación por amor a él, cada prueba soportada, cada victoria sobre la tentación es una victoria para Cristo.

MARANATA.

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