martes, 20 de julio de 2010

PRESTAR ATENCIÓN DESPRECIADOS Y DESECHADOS.


Cuando Jesús lo vio acostado, y supo que llevaba ya mucho tiempo así, le dijo: ¿Quieres ser sano? Juan 5:6


Es responsabilidad del cristiano imitar a su maestro. Claro que no todo tiene que consistir en milagros. Estos son para ocasiones especiales y no para jactarse de poseer el don del Señor. El Señor pide de sus hijos una actitud que refleje la actitud de Cristo. Lo ocurrido en el estanque comúnmente queda limitado al milagro, a la confrontación con los líderes religiosos, a los excesos de estos en la observancia del sábado, y al odio que sentían hacia Jesús.

Sin embargo hay algo que no se debe pasar por alto ni nunca ser olvidado: Jesús fue movido por la compasión. Si hay algo que todos podemos hacer es tener un corazón compasivo hasta hacia quienes no lo merecen. El enfermo de Betesda no merecía la compasión de nadie; muchos de sus sufrimientos eran resultado de su propia forma de ser.

“Pero el Salvador vio un caso de miseria suprema... Su enfermedad era en gran parte resultado de su propio pecado y considerada como juicio de Dios. Solo y sin amigos, sintiéndose privado de la misericordia de Dios, el enfermo había sufrido largos años” (DTG 172).

Era una persona difícil, no tenía amigos, estaba en la miseria y a punto de ser uno más de tantos que acababan muriendo allí. Pero Jesús fue movido a compasión pese a que el hombre no lo merecía. Todos podemos y debemos dar una mano a las personas desesperadas y a las no tan desesperadas que se encuentran a nuestro alrededor.

La motivación de Jesús fue su espíritu compasivo. Sus seguidores debemos hacer exactamente esto: buscar a una persona, a alguien en cuya vida podemos entrar sin que ellos lo esperen, sin que lo merezcan, y mostrar compasión y misericordia. ¡Cuántos cristianos hoy pueden demostrar un acto de bondad y ayudar a una persona necesitada! ¡Qué bonito sería que, al final del día, todos pudiéramos decir: “Gracias, Señor, por permitirme ser de ayuda hoy a una persona”!

“Él no contempla sin sentir compasión al alma postrada a sus pies como un temeroso suplicante, y no dejará de alzarme... Él llegó a ser el Abogado del hombre. Ha levantado a los que creen en él y ha puesto un tesoro de bendiciones a su disposición” (LC 79).

Génesis 49:1-50:26; Juan 5:1-47

Pr. Ismael Leito

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