lunes, 17 de agosto de 2009

LA ESPERANZA DE LA SEGUNDA VENIDA

El que da testimonio de estas cosas dice: Ciertamente vengo en breve. Amén; sí, Señor Jejús. Apc.22:20
La venida del Señor ha sido en todo tiempo la esperanza de sus verdaderos discí
pulos. La promesa que hizo el Salvador al despedirse en el monte de las Olivas, de que volvería, iluminó el porvenir de sus discípulos al llenar sus corazones de una alegría y una esperanza que las penas no podían apagar ni las pruebas disminuir. Etre los sufrimientos y las persecuciones, "la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo" era la "esperanza bienaventurada". Cuando los cristianos de Tesalónica agobiados por el dolor, enterraban a sus amados que habían esperado vivir hasta ser testigos de la venida del Señor, Pablo su maestro, les recordaba la resurreción que había de verificarse cuando viniese el Señor. Entonces los que hubiesen muerto en Cristo resucitarían, y juntamente con los vivios serían errebatados para recibir a Cristo en el aire. "Y así -dijo- estaremos siempre con él Señor" (1 Tes. 4:16-18).
Desde la cárcel, la hoguera y el patíbulo, donde los santos y los mártires dieron testimonio de la verdad, llega hasta nosotros a través de los siglos la expesión de su fe y esperanza.

Estando "seguro de la resurrección personal Cristo, y, por consiguiente, de la suya propia, a la venida de Aquel -como dice uno de estos cristianos-, ellos despreciaban la muerte y la superaban" (Daniel T. Taylor, The Reign of Christ on Earth or the Voice of the Church in Ages, pág.33). Estaban dispuestos a bajar a la tumba, a fin de que pudiesen "resucitar libertados". Esperaban al "Señor que debía venir del cielo entre las nubes con la gloria de su Padre", "trayendo para los justos el reino eterno".
Los valdenses acariciaban la misma fe, Wicle y Jeronimo aguardaban la aparición del Redentor como la esperanza de la iglesia (Id.,pág.54,129-134). En la isla peñascosa de Patmos, el discípulo amado oyó la promesa: "Ciertamente vengo en breve". Y su anhelante respuesta expresa la oración que la iglesia exhaló durante toda su peregrinación: ¡"Ven, Señor Jesús"! (Apc. 22:20)

Elena G. White

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