Palabras del predicador, hijo de
David, rey de Jerusalén.
Ecl.1:1.
El
hombre y el éxito del evangelio están confiados al predicador, pues
o entrega el verdadero mensaje divino, o lo echa a perder. El es el
conducto de oro para el aceite divino. El tubo no sólo debe se de
oro, además tiene que estar limpio para que nada obstruya el libre
paso del aceite, y sin agujero para que nada se pierda.
El hombre
hace al predicador, Dios tiene que hacer al hombre. El mensajero, si
se nos permite la expresión, es más que el mensaje. El predicador
es más que el sermón. El predicador hace el sermón.
Como la leche
del seno de la madre no es sino la vida de la madre, así todo lo que
el predicador dice está saturado por lo que él dice. Todo esto bajo
la supervisión del Espíritu Santo. Pablo era un gran predicador,
¿pero era él quien predicaba?
No estaba en él Espíritu de Dios?
Así es el predicador, no es el, sino el que está en él.
El tesoro está en vaso de barro y el sabor de la vasija impregna el contenido y puede hacerlo desmerecer. (Juan. 2:710). El hombre entero y consagrado está detrás del sermón.
El tesoro está en vaso de barro y el sabor de la vasija impregna el contenido y puede hacerlo desmerecer. (Juan. 2:710). El hombre entero y consagrado está detrás del sermón.
Se necesita 20 años para
hacer un sermón, porque se requiere veinte años para hacer un
hombre. El verdadero sermón tiene vida. Crece con el hombre que esta
consagrado a Dios. El sermón es poderoso cuando el hombre tiene él
Espíritu de Dios. El sermón es santo si el hombre es santo.
El
sermón estará lleno de la unción divina siempre que el hombre esté
lleno de la unción divina. Pablo solía decir: “Mi evangelio” no
porque lo había desgarrado con excentricidades personales o desviado
con fines egoístas,
sino porque el evangelio estaba en el corazón y en la sangre del hombre Pablo como un depósito personal para ser dado a conocer con sus rasgos peculiares, para que impartiera al mismo el fuego y el poder del Espíritu Santo.
sino porque el evangelio estaba en el corazón y en la sangre del hombre Pablo como un depósito personal para ser dado a conocer con sus rasgos peculiares, para que impartiera al mismo el fuego y el poder del Espíritu Santo.
¿Que se ha hecho de
los sermones de Pablo? ¿dónde están? ¡Son esqueletos, fragmentos
esparcidos, flotando en el mar de la inspiración! Pero el hombre
Pablo, más grande que sus sermones, vive para siempre, con la
plenitud de su figura, facciones y estatuas, con su mano moldeadora
puesta sobre la iglesia.
Hoy Día se necesita hombres como Pablo, con
poder del Espíritu Santo. Que prediquen las verdades de las
profecías, y de la venida de Nuestro Señor Jesucristo. El púlpito
solo es para llevar el mensaje, la verdad del Evangelio. Este es el
predicador
Maranata.http://meditacionesmatinales.blogspot.com
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(Oren por mi enfermedad, es muy delicada)
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