Porque el Señor es el Espíritu;
y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad. 2 Cor.
3:17.
Durante treinta y cinco años
Juan había procurado vivir de acuerdo con las demandas de un estilo
de vida cristiano. Estaba convencido de que necesitaba de hacerlo
para obtener la salvación (por obras).
Hay momentos en la vida del
ser humano que cambia de rumbo, y no save el por qué. Juan dio la
espalda a la religión. “ Dijo en su corazón: Tengo que estar
libre para ser yo mismo”. Se decía así mismo. Es posible que Juan
no haya nunca analizado el texto de hoy.
Tal vez sintió, como muchos
cristianos, que la presencia del Espíritu y la libertad no parecen
ir juntos. Tales personas creen que Dios necesita imponerles una
cantidad de “debieras”: “debieras hacer esto”, “no
debieras hacer aquello”. La libertad parece ser una broma cruel,
pero admitirlo pareciera ser una rebelión y ¡”no debieran se
rebeldes”!
Pero si en la experiencia religiosa de una persona hay
tal sentido de opresión, de exigencias que lo obligan a someterse al
poder, podemos estar seguros de que el Espíritu del Señor no está
allí. Porque el Espíritu del Señor no fuerza a nadie. Debemos
recordar que hay más de una clase de fuerza.
Mucho más sutil que la
fuerza física (y por ello más efectiva) es la fuerza emocional, la
que se presenta de mil maneras: la amenaza retrae el amor, el usa el
errores pasados para reabrir las llagas del dolor y la estima propia,
y las represiones y ataques verbales, por mencionar algunas.
Nuestro
Dios no obra por la fuerza sino impartiendo los principios de la
verdad e iluminando la mente para que pueda comprender la verdad,
haciéndola vital para nuestras vidas. Dios no necesita usar la
fuerza para apoyar sus verdades, pues ellas pueden sostenerse por sus
propios méritos.
En la estructura humana, cuando los líderes llegan
a ser deficiente en la verdad, inmediatamente compensa esa falta con
una demostración de poder. Tales dirigentes no tienen la verdad en
su programa, o no confían en la capacidad de sus dirigentes y de
captar la verdad que puedan tener ese plan. Y a la larga le pasan
factura.
Pero Dios no tienen ninguno de estos problemas. Su gobierno
no sólo está arraigado en una verdad coherente y sensata, sino
también tiene confianza en la capacidad de sus criaturas de percibir
esta verdad.
Usar la fuerza es negar ambos principios.
Es una atmósfera de libertad, cuán rápidamente responde nuestras mentes para captar los principios de la verdad sobre la cual Dios establece su gobierno. Pregúntese, usted esta pregunta: ¿Es usted libre en Jesús? Entonces agradezca a su Espíritu por mostrárselo. [Les ruego que oren por mi]
Maranata.
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