Y cantaban un nuevo cántico,
diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque
tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de
todos los linajes y lenguas y pueblos y nación. Apoc. 5:9
¿Esperamos llegar al cielo al
fin y unirnos al coro celestial? El gran problema que tiene el
cristiano es con su carácter. Como descendamos a la tumba así
saldremos de ella, en cuanto concerniente al carácter del hombre y
de mujeres. . .
Ahora es el momento de lavar nuestras ropas y
enblanquecerlas en la sangre del Cordero. . . Juan vio el trono de
Dios rodeado de una compaía y preguntó: ¿Quienes son estos? La
respuesta fue: “Son los que. . .han lavado sus ropas, y las han
emblanquecido en la sangre del Cordero” (Apoc. 7:14).
Cristo lo
lleva a la fuente de aguas vivas y allí está el árbol de la vida y
el preciosos Salvador. Se nos presenta aquí una vida que se mide con
la vida de Dios. Allí no hay dolor, penas, enfermedad o muerte, ni
violencia.
Todo es paz, armonía y amor. . . Ahora es el momento de
recibir la gracia, fortaleza y poder para combinarlos con nuestros
esfuerzos humanos a fin de que podamos formar un verdadero carácter
para la vida eterna.
Cuando hagamos esto descubriremos que los
ángeles de Dios nos ministran y seremos herederos de Dios y
coherederos de Cristo. Y cuando suene la última trompeta, y los
muertos sean llamados de sus prision y transformados en un momento,
en un abrir y cerrar de ojos, se colocarán las coronas de gloria
inmortal sobre la cabeza de los que han sido fieles en las pruebas, y
han sufrido por causa de Cristo.
Las puertas perlinas se abrirán
para dejar entrar a las naciones que han guardado la verdad. El
conflicto ha terminado. “Venid, benditos de mi Padre, heredad el
reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo” (Mat.
25:34).
¿Deseamos esta bendición? Sea para ti o para mi, Yo la deseo. Tú también la deseas.
Dios os ayude y me ayude ami tan bien para librar la batalla de todas las batallas de esta vida, ganarla diariamente es nuestro privilegio y obtener la victoria y al final estar entre los que arrojarán sus coronas a los pies de Jesús, pulsarán las arpas de oro y llenarán el cielo con la música más dulce (Basado en la carta del Manuscrito 84,1886).
Maranata.
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