Después de esto miré, y he aquí
una gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas las naciones
y tribus y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en la
presencia del Cordero, vestidos de ropa blanca, y con palma en las
manos. Apoc. 7:9
Todas las clases, todas las
naciones, tribus, pueblos y lenguas estarán ante el trono de Dios y
del Cordero con sus vestidos inmaculados y sus coronas adornadas con
piedras preciosas. Dijo el ángel:
Estos son los que han venido de
grande tribulación, y han lavado sus ropas y las han emblanquecido,
mientras los amadores de los placeres más que de Dios, los sensuales
y desobedientes han perdido ambos mundos. No tienen las cosas de esta
vida ni la venida inmortal.
Aquella multitud triunfante, con cantos
de victoria, coronas y arpas, han pasado por el horno ígneo de la
aflicción terrena cuando aquél estaba caldeado y ardía
intensamente. Viene de la miseria, del hombre y la tortura, de la
abnegación profunda y los amargos desengaños.
Miradlos ahora como
vencedores, no ya pobres, ni apenados, ni afligidos y odiados de
todos por causa de Cristo. Contemplan sus atavíos celestiales
blancos y resplandecientes, más preciosos que cualquier vestido
real.
Mirad por fe sus coronas adornadas con piedras preciosas; nunca
una diadema semejante engalanó la frente de ningún monarca terreno. Escuchad sus voces cuando cantan
potentes hosanas mientras agitan las palmas de la victoria. Una
musica hermosa llena el cielo cuando sus voces entonan estas
palabras:
“Digno, digno es el Cordero que fue inmolado y resucitó
para siempre. Salvación a nuestro Dios que está sentado en el
trono, y el Cordero”. Y las huestes angélicas, ángeles y
arcángeles, querubines cubridores y gloriosos serafines repiten el
estribillo de aquel canto gozoso y triunfal diciendo:
“Amén. La bendición y la gloria y la sabiduría y la acción de gracias y la honra y el poder y la fortaleza, sea a nuestro Dios por los siglos de los siglos “Amen”. (Apoc. 7:12; Carta 71. 1878).
Maranata.
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“Amén. La bendición y la gloria y la sabiduría y la acción de gracias y la honra y el poder y la fortaleza, sea a nuestro Dios por los siglos de los siglos “Amen”. (Apoc. 7:12; Carta 71. 1878).
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