Entre tanto que se dice: Si
oyeres hoy su voz, no endurezcáis vuestro corazones, como en la
provocación. Heb. 3:15.
oh, quién podrá describirlos
los lamentos que se le cantarán cuando el limite del tiempo de la
eternidad el Juez justo alce su voz y diga:“ Es demasiado tarde”.
Largo tiempo ha permanecido abiertas las amplias puertas del cielo y los mensajeros celestiales han invitado y suplicado: “Y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente” (Apoc. 22:17)”
Si oyeres hoy su voz, no endurezcáis vuestro corazón”
(Sal. 95: 7. 8) Pero al final se publicara el mandato: “El que es
justo sea justo todavía; y el que es inmundo, sea inmundo todavía;
y el que es injusto, practique la justicia todavía; y el que es
santo, santifiquese todavía” (Apoc.22:11).
La puerta del cielo se
cierra, y cesa la invitación para la salvación. En el cielo se
dice: “Hecho es”. Ese tiempo no esta lejos.
Os ruego que hagáis obra segura para la eternidad, que os aferréis de la esperanza puesta ante vosotros en el Evangelio.
Esforzaos por entra en la puertas angosta, porque si sólo aspiráis a hacerlo no podréis hacerlo.
Os ruego que hagáis obra segura para la eternidad, que os aferréis de la esperanza puesta ante vosotros en el Evangelio.
Esforzaos por entra en la puertas angosta, porque si sólo aspiráis a hacerlo no podréis hacerlo.
El mundo esta cargado con la maldición que acarrea el
pecado. Está literalmente anegado por el pecado, por la violencia y
la corrupción, como como en los día de Noe.
Y no obstante este
espantoso periodo de la Historia de nuestro mundo, muchos están o
(estamos) dormidos. . .
Demasiado tarde comprenderán o (comprenderemos) los pecadores que han vendido su primogenitura.
Demasiado tarde comprenderán o (comprenderemos) los pecadores que han vendido su primogenitura.
La corona que podían haber tenido brilla sobre las sienes de otro. Han perdido la heredad que podían haber poseído. Cuidado con la forma en que tratáis con la tentación. Cuidado enorgullecerse con vuestra fortaleza.
Cristo es vuestra fuerza eterna; confiad en Dios, aferraros de su potencia y él os hará vencedores y vosotros llevaréis la corona de la victoria. (Carta 21. 1867).
Maranata.
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