Lámpara de Jehová
es el espíritu del hombre, la cual escudriña lo más profundo del
corazón. Prov. 20:27.
El Espíritu de Dios
que actúa dentro del ser humano lo escudriña por dentro: mente,
corazón, y alma, y le revela su condición; lo elogia o le reprende.
El hombre no puede dar lo que no tiene. Al cristiano le sucede lo
mismo.
En cierta ocasión en el estado de Clevelad, sucedió algo
maravilloso. Era un día de tormenta el faro fue alcanzado por un
rayo, y un barco estaba tratando de alcanzar el puerto, pero la
fuerte tormenta y la inutilidad del faro se lo impedía.
En el
rompeolas había gente con luces, agitándolas para que el barco las
viese. Y por medio de estas linternas el capitán las pudo ver,
diminutas, pero las vio y pudo entrar al puerto.
A causa de este
hecho, el Señor P.P. Bliss escribió el hermoso himno “Alumbrad
con vuestras luces”.
Así como las luces
de los faros son indispensables para la seguridad de los barcos, así
la luz del cielo es esencial para todos los que navegan en el mar de
la vida. El cristiano viaja a través de un mar a jitado, muchos no
llegan al puerto firme.
Salomón comprendió esto, y escribió las
palabras que permanecerán hasta el fin del mundo. “Lampara de
Jehová es el espíritu del hombre, la cual escudriña lo más
profundo del corazón”.
Dios ha dado al hombre un entendimiento,
el cual ha iluminado tanto con su Espíritu que el hombre sabe
distinguir el bien y el mal” El corazón del hombre esta tan
distorsionado que no ve más aya de su nariz.
El corazón esta
contaminado, de tal forma, que a lo bueno dice malo, y a lo malo dice
bueno. Solo Cristo por medió del Espíritu Santo puede transformar
el corazón del hombre, para que sea luz para este mundo de
tinieblas.
La lampara del Señor, su Espíritu Santo, brilla en la
mente del hombre, hará posible que ese hombre tenga un mejor
entendimiento de la Palabra de Dios y de sus planes para este mundo.
Cuando un hombre cree en la palabra divina con todo su corazón,
su vida entera cambiará. El Espíritu que “escudriña lo más
profundo del corazón·,pondrá fuego en aquel hombre para Dios.
Todo
sus cuidados será permitir que su “lampara” refleje la luz del
cielo y brille tan centelleante que otros vean la luz y sigan el
destello hasta el puerto de la salvación. Jesús dijo: “Yo soy la
luz del mundo”.
Nos comisionó esparcir la luz. ¿Cuán luminosa es
nuestra lampara? ¿Ilumina la senda hacia el puerto celestial?
Maranata
Luis
José de Madariaga.
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segunda venida apocalíptica.
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