Quien llevó el mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herencia fuisteis sanados. 1º Pedro 2:24.
Si estuvieres encarcelado por algún crimen, y habiéndose pronunciado sentencia de muerte contra ti, y viniere un amigo que dijera a los jueces yo pagare su culpa y el quedara en libertad. ¿No se llenaría tu corazón de gozo?
Creo que tu gratitud sería enorme. Es difícil que esto ocurra, pero ocurre aveces. Mi madre me contó, que en la guerra civil española, paso un caso similar a este, entraron el ejercito de la república y cogieron a 20 de un pueblo para matarlos al día siguiente había un joven de 22 años que se iba a casar, y un amigo suyo ocupo su lugar.
El pueblo quedo consternado y le levantaron un monumento. Si esto puede pasar entre seres humanos, imaginaros lo que Cristo ha hecho infinitamente más que ese joven por nosotros, dio su vida por amor a su pueblo.
Estábamos perdidos; pesaba sobre nosotros la sentencia de muerte; y Cristo murió por nosotros y nos concede la libertad. Sin condiciones.
El dijo: “Levaré sobre mí la culpa del pecado para que tenga otra oportunidad. Pondré a su alcance el poder que lo capacite para vencer en la lucha contra el mal” (Manuscrito 11,1885).
Imaginemos si es posible, la naturaleza y el grado de los sufrimientos de Cristo. Este sufrimiento en la humanidad debía prevenir el derramamiento de la ira de Dios sobre todos aquellos por los cuales Cristo murió. Sí para la iglesia este gran sacrificio será eficaz a través de la eternidad.
¿Podemos calcular en cifras la suma de sus transgresiones? Imposible. Entonces, ¿quién podrá aproximarse a una concepción de lo que Cristo soportó cuando tuvo que actuar como garantía por su iglesia, el único que podía padecer el castigo en favor del pecador sin ser consumido debido a su inocencia? . . . En el sacrificio del unigénito Hijo de Dios se demuestra la tremenda gloria de la justicia y santidad divina. (M. 6, 1897).
Al empeñar su propia vida Cristo se hizo responsable por cada hombre y mujer de la tierra.
El esta en la presencia de Dios Padre diciendo: “Padre, yo tomo sobre mí la culpa de esta alma. Si ella tuviera que llevarla, eso significaría la muerte para ella. Si se arrepiente será perdonada. Mi sangre la limpiará de todo pecado. Yo di mi vida por los pecados del mundo” (M. 127. 1899).
Maranata
Sigan
orando por la vista de mi esposa.
Luis
José de Madariaga.
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segunda venida apocalíptica
La
Biblia a través del tiempo.
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