martes, 25 de abril de 2023

LA VEJEZ CON DIOS.

No me deseches en el tiempo de la vejez; cuando mi fuerza se acabare, no me desampares. Sal. 71:9.

No me deseches en el tiempo de la vejez; cuando mi fuerza se acabare, no me desampares. Sal. 71:9.

Rechazo y desamparo. Palabras terribles. Sentimientos que estremecen las entrañas de cualquier mortal. Dos realidades de un mundo de pecado. 

Todo lo que comienza llega al fin. El tiempo es irreversible. Implacable. Las agujas del reloj del tiempo no paran. 

Cuando un día te miras en el espejo descubres que la belleza de la juventud se fue y la fuerza de la mocedad huyó.

La mayoría de los países del mundo no se preocupan poco por las personas de edad. 

Ser viejo en algunos lugares es sinónimo de agresión, en otros es de sabiduría. Los ancianos acaban siendo rechazados y desamparados en una mundo globalizado.

En el versículo de hoy, el salmista no está preocupado por el rechazo y el desamparo humano. 

Ni por el desamparo de los hombres. El salmista no tiene miedo de lo que el hombre puede hacerle. La preocupación es con Dios. Es esta relación personal lo que cuenta. 

Cuando se tiene una relación con Cristo íntima y gratificante esto es bello a la vista de Dios. Ser niño tiene sus ventajas y desventajas. 

El niño puede dormir y saltar todo el día sin preocuparse, pero no puede ir a donde quiere. 

La juventud tiene sus cosas buenas y malas. Los jóvenes toman sus propias decisiones, a veces buenas, otras malas, pero son sus decisiones. 

El joven tiene energía para escalar el monte mas alto del mundo, y buscar el ibón (lago) más alto de la montaña. 

La experiencia vienen a través de los años y los errores que has cometido por tu ignorancia. Y es por eso que todos pagamos un alto precio en esta vida. 

Pero un en su propia vejez, muchos no aprenden de sus errores. Tarde temprano nos llega la vejez. 

Nos jubilamos, y vemos que nuestras responsabilidades como padres esta cumplidas y que tus hijos son mayores y han tomado el relevo, pero sientes el peso de los años y tus fuerzas no son las mismas. 

Esta es una realidad de la vida que nadie escapa. 

La sabiduría que tu has adquirido a lo largo de tu vida con el Señor, es la que te ara disfrutar en tu vejez, pues aun seguirás caminando con el Señor. 

Lo que más nos importa en nuestra vejez, es seguir caminando con el Señor. Esto es lo que el salmo trata. David pide al Señor que no se aleja de él. 

“Oh Dios no te alejes de mi” Una vida sin Dios es una vida vacía, hueca y sin sentido. Una vejez sin él es como una tarde gris. Anuncia la llegada de las tinieblas, la soledad y el desamparo. 

Vale la pena vivir cada minuto de la existencia en comunión con el Dios que da vida. 

Hoy, no importa cuál sea la etapa de la vida en la que tu estas, di en tu corazón: “No me deseches en el tiempo de la vejez; cuando mi fuerza se acabare, no me desampares”.

MARANATA.

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