sábado, 12 de marzo de 2022

LA HORA VIENE.

Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Juan 4:23


En muchas ocasiones
he dialogado con mis amigos sobre este punto de la adoración. Y siempre me vinieron a mi mente, los tiempos de la Edad Oscura en Europa. 

La “hora” Cuando el lugar deja de ser un asunto de importancia ---ha llegado la hora. 

En los oscuros calabozos y mazmorras, se han oído, y se oyen levantar las voces hacía el trono de la bondad. Creo que tampoco debemos proseguir luchando en las huellas del pasado. 

Creo con sinceridad, al futuro para participar del verdadero culto, para recibir el “agua viva”. No me refiero al culto de cada semana en la iglesia, donde hay un formalismo ritual. 

Al culto que me refiero no puede ser externo., sino interno en la cámara del alma. Podemos estar en la iglesia, o casa de Dios, con gran reverencia y temor de Dios.

La importancia de estar en silencio y en estrecha relación personal con Dios, atraviesa los confines del universo hasta llegar al trono de la gracia. 

Así cuando el verdadero adorador entra en la casa de Dios, se tiene que poner de rodillas y adorar a su Dios en silencio, comprendiendo que está allí su Padre celestial. 

Tanto el respeto y la adoración en la casa de Dios, nos vincula en santa comunión pues “el Padre tales adoradores busca”. La adoración tiene que emanar del corazón, con palabras de alabanzas y cantos, bajo la bóveda del corazón sincero. 

Hace dos años visite a mi hija en París, y fuimos a la catedral de Notre Dame. Fría como el hielo, pero de esa catedral se elevaron oraciones silenciosas hacía el trono de la gracia de Dios. 

Muchas personas en su ignorancia sobre la verdad, y la verdadera oración, y con sinceridad, y en algunos con las más excelsas facultades intelectuales y con todo el fervor, elevaron las más hermosas alabanzas y oraciones a Dios. (Mat. 5:3, 34; 7:21-27; y Marc.7: 6-9). 

Cuando se dobla las rodillas en oración, hay un prosternarse del corazón en profunda humildad y santa reverencia y el alma rinde homenaje a su Creador.“Venid, adoremos y postrémonos; 

arrodillémonos delante de Jehová nuestro hacedor” (Sal.95:6). “Ensalcemos a Jehová nuestro Dios, y postraos ante el estrado de sus pies; él es santo” (Sal 99:5). 

 Otro vínculo que nos une a Dios es el culto familiar, donde las alabanzas ascienden al trono de la gracia, y las peticiones son contestadas por un Dios de amor.

MARANATA.

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