miércoles, 16 de febrero de 2022

MANCHAS DE LEOPARDO.

¿Mudará el etíope su piel, y el leopardo sus manchas? Así también, ¿podréis vosotros hacer bien, estando habituados a hacer mal? Jeremías 13:23.

No son los amigos quienes nos dan los hábitos, ni son nuestros familiares. No los heredamos ni lo pedimos prestados. Nosotros lo formamos. Desde nuestra niñez. 

Conocí en Venezuela a un niño que era bueno y amable, pero cuando cumplió los 18 años se convirtió en un maleante. 

¿Porque? Que guardaba dentro de su corazón, que de la noche a la mañana cambió su vida. Cada ser humano hacemos nuestros hábitos y los hábitos nos hace a nosotros. 

Esa es la razón porque nuestros hábitos presenta un cuadro real de nosotros mismos. 

El pueblo de Israel no podía cambiar sus hábitos, estaba acostumbrado a hacer el mal, Dios no tenía otra alternativa que mandarlos al cautiverio. 

La pregunta de Dios a Israel es clara y concisa. ¿Podréis vosotros hacer bien? Esta pregunta va dirigida a su pueblo a través de los tiempos. 

Se recalca la inutilidad de todo esfuerzo humano. Pablo dice: Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, éste hago. 

Y si hago lo que no quiero, ya no soy yo quien lo hace, sino el pecado que mora en mí Rom.7:19-20. 

Cuando una persona se ha acostumbrado al mal, es porque ha formado hábitos que le han atado como cadenas. 

Israel no se miró en el espejo de la ley, si se hubiera mirado hubiera visto su enorme pecado. 

El hábito es un cable. Entretejemos una hebra cada día, y a final es tan fuerte que no podemos romperla. 

El pecado de Israel apareció ya era demasiado tarde. No miro en la profundidad de la ley de Dios, su corazón se había endurecido. 

Es por eso que Dios pone el ejemplo del Etíope, los esfuerzos del ser humano para vencer al mal son inútiles, a menos que tengamos el poder de Dios. 

Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. 

Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos ! Juan 1:8-9. 

Israel no reconoció su pecado, y fue llevado a Babilonia. 

“Cuánta gracia debemos dar a Dios porque Aquel que derramó su sangre por nosotros vive para suplicar mediante ella, 

vive para interceder por cada pecador, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” 

El pueblo de Dios debe de mirar en el espejo de la ley, y no caer como cayeron los antiguos. Nuestra esperanza está puesta en nuestro Dios, Él nos espera con los brazos abiertos. Busquemosle en la oración cada momento de nuestra vida.

MARANATA.

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