sábado, 12 de febrero de 2022

DIOS QUITA Y PONE REINOS.


En el mismo tiempo mi razón me fue devuelta, y la majestad de mi reino, mi dignidad y grandeza volvieron a mí, y mis gobernadores y mis consejeros me buscaron; y fue restablecido en mi reino, y mayor grandeza me fue añadida. Daniel 4:36

El rey Josafat en tiempos de peligro para su nación, oró al Dios de los cielos para pedirle ayuda. Y estas fueron sus palabras. Y dijo : 

Oh Jehová Dios de nuestros padres, ¿no eres tú Dios en los cielos, y señorear sobre todos los reinos de las naciones? ¿No está en tus manos tal fuerza y poder, que no hay quien te resista? 

¿No eres nuestro Dios. . . ? (2º Cro. 20:6-7). Lamentablemente en momentos de peligros buscamos a Dios, ¿por qué? ¿No está él entre nosotros? 

Oh ¿somos nosotros, que nos alejamos de él? El rey reconoció que la victoria de su pueblo radica estando con su Dios. 

El nombre de Dios en su pueblo, significa que este tiene el carácter de su Dios y por ende anda en sus caminos. 

En el rey Nabucodonosor vemos que retuvo los buenos consejos de su asesor político. Un rey orgulloso y arrogante en esta vida, pero a relacionarse con Daniel, el rey llegó en un momento determinado de su vida recordar las palabras de su siervo Daniel. 

La confesión fue maravillosa, especialmente en su boca. Se vio a reconocer ante el Dios del universo su orgullo y su arrogancia. 

Esta es una lección para cada uno de nosotros llamados cristianos. Nuestro Padre celestial está esperando derramar sobre nosotros la plenitud de sus bendiciones. 


Es privilegio nuestro beber abundantemente de la fuente de amor infinito. Esto fue lo que Nabucodonosor ante el Dios del universo. 

Es el testimonio de un penitente converso, una declaración que emana del corazón de un hombre que había aprendido por experiencia propia a conocer y reverenciar a Dios. 

El rey recobró su dignidad real y su trono. Nosotros mortales pecadores podemos recuperar también nuestro trono, que se está preparando en el reino de los cielos. 

Es extraño que el pueblo de Dios ore tan poco y tenga tan bajos resultados espiritualmente. Hay una cita en el libro C. a C. p. 93 y 94. 

Que dice así. ¡Qué extraño que oremos tan poco! Dios está pronto y dispuesto a oír la oración sincera del más humilde de sus hijos y, sin embargo, hay de nuestra parte mucha cavilación para presentar nuestra necesidades delante de Dios.

¿Qué pueden pensar los ángeles del cielo de los pobres y desvalidos seres humanos, que están sujetos a las tentaciones, cuando el Gran Dios lleno de infinito amor se compadece de ellos y está pronto para darle más de lo que piden. . .El rey Nabucodonosor aprendió dicha lección. ¿Qué aremos Usted y yo?

MARANATA.

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