viernes, 27 de enero de 2017

UNA AYUDA PARA LOS DESESPERADOS.


Hermanos, si alguno de entre vosotros se ha extraviado de la verdad, y alguno le hace volver, sepa que el que haga volver al pecador del error de su camino, salvará de muerte un alma, y cubrirá multitud de pecados. Sat. 5: 19,20.
En esta vida hay muchos que dejan la iglesia, bien sea por un desprecio de un hermano, bien por una palabra fuera de tiempo, y la última sería por que han escuchado otra doctrina que no era la adecuada. 
Estas personas siente su vergüenza e insensatez. Consideran sus errores equivocaciones hasta casi llegar a la desesperación. 

No debemos descuidar a estas almas. Cuando uno tiene que nadar contra la corriente tiene toda la fuerza de ésta en su contra. Echele una mano que la sostenga, en esos momentos de dificultad, de caos si fuera su hermano mayor. 

Dígales palabras de esperanza, palabras que establezcan confianza y despierte en el el amor por Cristo. Es un hermano enfermo espiritualmente, y tiene las mismas necesidades que tú. Necesita el consejo espiritual, ya que tu en ciertos momentos te as sentido tan débil como el. 
Es nuestro deber como hijos y hijas de Dios. El conocimiento de nuestra propia debilidad debería ayudarnos a socorrer a otros en sus necesidades. . . 

El compañerismo con Cristo, el contacto personal con un Salvador viviente, es lo que capacita la mente y el corazón y el alma para triunfar sobre la más baja naturaleza. Háblese al extraviado de un omnipotente Dios que le sostendrá, que es de infinita humanidad de Cristo que se compadece de él. 

Con inmenso amor y tacto, hable de esa ley de amor y de su vigencia, cosa que su corazón anhela. Dígale que el único camino es ponerse de rodillas y que diga: ¿Padre e pecado contra ti no soy digno de llamarme hijo tuyo? Perdóname. Sostenga su mano aferrada al doliente, y con ternura eleven una corta oración. Padre henos aquí delante de ti. . . 

Mantened el pensamiento en una divina presencia sabiendo que estáis a su lado, contemplándolo siempre con amor compasivo. 

Invitarlo a que presida vuestros corazones. Recuerdo una experiencia de un soldado en la guerra civil USA. Estaba en un bosque, separo como era su costumbre para cantar un Himno: 

Somos tuyos, sé nuestro amigo, Sé el guardián de nuestros caminos. Al otro lado había un soldado del sur, no pudo apretar el gatillo, esa bala la guardo de recuerdo. 

Dios siempre está ahí cuando más lo necesitamos. Invítalo al hermano o amigo, a pensar en Cristo y en su Padre, que se asedie del amor de Dios. El Señor nos dice: “¿Forzara alguien mi fortaleza? Haga conmigo paz; sí haga paz conmigo” (Isa. 27:5). (Basado en el manuscrito 126-1907)
Maranata.
Luis José de Madariaga.
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