¡Oh Señor Jehová! He aquí que
tú hiciste el cielo y la tierra con tu gran poder, y con tu brazo
extendido, ni hay nada que sea difícil para ti; que haces
misericordia a millares. Jer. 32: 17, 18.
MISERICORDIA. ¡Qué hermosa palabra para describir a nuestro Padre celestial!
Si estudiamos la
palabra de Dios desde el Génesis hasta el Apocalipsis encontraremos
un caso tras otro en los cuales un Dios ofendido seguía siendo un
Padre amante que perdonaba a sus hijos rebeldes y les daba otra
oportunidad. Conociendo por experiencia las bendiciones de Dios,
David exclamó:
“¡Cuán preciosa, oh Dios, es tu misericordia!
Por eso los hijos de los hombres se aparan bajo la sombra de tus
alas” (Sal 36:7). ¿Es ésta hoy nuestra experiencia?
A causa de
su misericordia, ¿seguimos poniendo en él nuestra confianza, o nos
olvidamos de hacerlo cuando las cosas van mal? En la enfermedad o en
la salud, ¡tenemos tantas cosa por las cuales estar agradecidos!
Dios nos extiende su misericordia, y así nosotros deberíamos
extender nuestras misericordia a otros. ¿Te han tratado con bondad?
Pásala.
No fue dada por ti solo. Dala a
otro.
Haz que viaje por los años, haz
que seque de otros el llanto, y en el cielo tu buen acto se verá.
Un poeta romano del primer siglo
dijo: “Si lo que hay que dar se da con buena disposición, la
bondad es doble”. El salmista nos aconseja anunciar por las
mañanas la misericordia de Dios y su fidelidad cada noche (Sal.
92:2).
Si practicáramos este consejo no habría lugar en nuestros
corazón para la amargura y el odio. Cuando el cristiano (verdadero
hijo de Dios) “cristianos somos todos de palabras y no de hechos”
se rinde a la influencia y la dirección del Espíritu Santo será
imposible que tenga algo opuesto a la misericordia en su corazón.
Si
tenemos a Jesús en nuestro corazón hallaremos oportunidades de
demostrar la misericordia de Dios, al igual que la sentimos nosotros
departe de Dios. Puede ser un vaso de agua, una sonrisa, o un plato
de comida a una familia que lo esta pasando mal, ¡eso si!
Que lo que
haga tu mano derecha no lo sepa la izquierda. Debemos de revelar la
misericordia, como la recibimos de parte de Dios. Oremos como lo hizo
David: “Hazme oír por la mañana tu misericordia” (Sal.143:8)
Esta mañana es indicada para comenzar a oír su voz.
Maranata.
Luis José de Madariaga.
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