domingo, 26 de junio de 2016

EL GOZO DEL ESPÍRITU


Y Dios, que conoce los corazones, les dio testimonio, dándoles el Espíritu Santo lo mismo que ha nosotros; y ninguna diferencia hizo entre nosotros y ellos, purificando por la fe sus corazones. Hech. 15:8,9.
Dos cosas resaltan en este texto. Una, el Espíritu Santo había sido dado sin reserva a los gentiles, tanto como había sido dado a los judíos. Dos por la fe habían sido purificados sus corazones, habían sido perdonados sus pecados y, a los ojos de Dios, estaban en el mismo nivel de los cristianos judíos. 

Dios no hacia acepción de personas. Los que aceptaban el sacrificio de Cristo se convertían en los hijos de Dios. Por la fe eran purificados. Por el Espíritu Santo eran llevados al conocimiento del plan de la salvación de Dios. 

¡Que maravillosa experiencia cuando el Espíritu nos llena el corazón con el conocimiento de la Palabra de Dios! ¿Os acordáis del tiempo cuando entregasteis vuestro corazón a Cristo? Quizá fue en respuesta a un llamado de un predicador en una serie de conferencias. 
 
Quizá fue al terminar un estudio Bíblico dado por un laico. Podría haber sido el resultado de escuchar La Voz de la Esperanza, tal vez por un estudio en Internet o algún otro programa conducido por un siervo de Dios. 

Se dice: que todos caminos conduce a Roma, Dios tiene mil maneras de llegar al corazón receptivo que desea conocerle. La forma en que sucedió significa poca o ninguna diferencia. Lo que importó fue el momento, pues ese momento fue cuando el Espíritu de Dios te hablo al corazón y, estuviste solo con Dios. 

 Ya fuera en medio de una gran congregación o en la quietud de vuestra alcoba, en medio de la selva o en el pico de una montaña. Vuestros pecados fueron confesados, la sangre de Cristo los borró del registro y limpió vuestro corazón. 

¿Recordáis el gozo que os poseyó en ese momento? ¿No fue acaso el momento culminante de vuestra vida? ¿Por qué envió Dios el Espíritu Santo para hablar a nuestro corazón? ¿Fue sólo con el propósito de traernos a Jesús para el perdón de nuestros pecados? 
 ¡Seguramente no! Ese gran momento de gozo fue el comienzo de una nueva vida, una nueva experiencia.
Dios quiere que compartamos nuestra experiencia con otros. 

No somos los únicos seres por quienes murió Cristo. “He aquí mi siervo, yo le sostendré; mi escogido, en quien mi alma tiene contentamiento; he puesto sobre él mi Espíritu: él traerá justicia a las naciones” (Isa. 42:1). Jóvenes, y adultos, Dios esta hablando de vosotros.
Maranata
Luis José de Madariaga.
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