Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos. Juan 17:20.
Es la oración de intercesión de Jesús más profunda. (1-26). Con esta oración de despedida que Jesús comenzó en el aposento alto y continuó en el camino de Getsemaní.
Esta oración es la más extensa e las oraciones de Jesús, es el más fácil en cuanto a las palabras; el más profundo en cuanto a las ideas. Esta oración se divide entres bloques. (1º) Cristo ora por si mismo (ver.1-5); 2º La oración intercesora por sus discípulos (vers. 6-19); 3º La oración intercesora por los creyentes (20-26).
Esta sería el resumen de esta oración maravillosa. Sentémonos y pensemos en Cristo el Ser adorado por los ángeles, en la actitud de quien suplica. El fue un poderoso suplicante.
El que fue poderoso suplicante, que busca las manos del Padre nuevas reservas de gracia y que salían vigorizando para impartir lecciones de confianza.
Si el cristiano tuviésemos ojos para ver por el tiempo, veríamos arrodillado en oración a Jesús en las horas nocturnas derramando su alma ante su Padre Ver a los ángeles que velan sobre el fervoroso suplicante.
Y oír su oración que se eleva al cielo en favor nuestro. El es nuestro Hermano mayor, rodeado de las debilidades humanas y tentado en todo como nosotros, pero sin pecado.
Con los ojos de la fe, podemos contemplar a Jesús quebrantado y humillado, de rodillas y cayendo sobre su rostro gotas de sangre y agua, ¿Que se puede leer en su semblante y en su porte?
Que estaba listo para el deber y preparado para la gran prueba. La oración era una necesidad de su humanidad, y sus peticiones estaba a menudo acompañada por fuertes clamores y agonía de su alma, al ver las necesidades de sus discípulos los cuales, no dándose cuenta del peligro, frecuentemente eran llevados, bajo las tentaciones de Satanás, lejos del deber, a las prácticas del mal.
La vida de Cristo fue pura y sin mancha. Rehusó ceder a la tentación del enemigo. Si hubiera cedido en un solo punto tú y yo estaríamos perdidos.
Pregunto: ¿Quien puede contar la agonía que sufre al ver a Satanás jugar el juego de la vida en procurar de las almas de aquellos que dicen ser el pueblo de Dios y los ves ceder paso tras paso, permitiendo que aya iniquidad en su pueblo y permitiendo que sean derribadas las defensas del alma?
Yo no puedo concebir al igual que muchos cristianos sinceros, contemplar en su imaginación la agonía que Cristo tiene que soportar ante esas vista.
Una sola alma perdida, un alma entregada al poder de Satanás significa más para el que el mundo eterno. (basada en el manuscrito 9, 1906).
Maranata
Gracias
por sus oraciones por mi amada esposa. Esta mejor.
Luis
José de Madariaga.
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segunda venida apocalípticaMaranata
La
Biblia a través del tiempo.
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