Crea en mí, oh Dios un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí. Salm. 51: 10.
Recuerdo en una ocasión que fuimos unos amigos a unas cuevas, los primeros cien metros no teníamos problemas; pero a escasos metro había un pequeño orificio que solo podía entrar una persona. Había mucha humedad, y la tierra estaba mojada.
Cuando salimos de la galería nos encontramos con la cueva más hermosa que jamas había visto mis ojos, pero todos estábamos de barro y empapados. Deseábamos salir y limpiarnos de nuestra inmundicia. En el mundo es fácil limpiar nuestra ropa y nuestro cuerpo, pero que difícil es limpiar la vida.
Recuerdo que en Venezuela, en los llanos de apure, que es tierra de vaqueros, el polvo se mente dentro del cuerpo. Conocí a hombre que por razones personales se había dejado arrastrar en la senda descendente. Usaba un lenguaje impuro.
Su ropa eran sucias, por lo general. Tenían hábitos viles. Muchos de ellos no veían la hora de cobrar su jornal para poder ir al pueblo y ahogar sus penas en el alcohol.
A veces esos hombres se disgustaba consigo mismos y decidían dar una vuelta de hoja. Pero los malos hábitos estaba arraigados, y no pasaba mucho antes que volvieran por la misma senda.
Sí hay personas que por sus propias fuerzas pueden vencer hábitos malos o descuidados, pero en última instancia solo hay un camino para el éxito. David lo señaló al escribir: “Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto de dentro de mi”.
Dios siempre oye este ruego, y siempre contesta. Cuando realmente tenemos el deseo, el quita de la carne el corazón de piedra y pone un nuevo espíritu en el corazón. (Ezequiel 11:19). No importa que clase de vida uno haya vivido, Dios siempre oye las oraciones de los que realmente están arrepentidos.
Por todo el mundo hay hombre y mujeres cuya vidas son verdaderos testimonios del poder limpiador de Dios.
Hay antiguos jugadores, borrachos, paganos, salvajes, cazadores de cabezas en el alto Orinoco, brujos y otros que han sido limpiados por la sangre de Cristo.
¿Ha habido un milagro en tu vida? En la mía muchos, y siempre veo los milagros de mi Dios. La gran pregunta es: ¿Dejas a Dios hacer un milagro en tu vida? Si no lo as hecho, ahora es el momento, pon tu vida en las manos de Cristo ahora.
Luis
José de Madariaga.
Maranata
Luis
José de Madariaga.
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La
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