lunes, 15 de febrero de 2010

LA ESPERANZA DE LA SEGUNDA VENIDA

El que da testimonio de esras cosas: Ciertamente vengo en breve. Amen; sí ven, Señor Jesús. Apoc.22:20.

La venida del Señor ha sido en todo tiempo la esperanza de sus verdaderos discípulos. La promesa que hizo el Salvador al despedirse en el monte de las Olivas, de que volvería iluminó el porvenir de sus discípulos a llenar sus corazones de una alegría y un esperanza que las penas no podían apagar no las pruebas disminuir. Entre los sufrimientos y las persecuciones, "la manifestación gloriosa de nuestra gran Dios y Salvador Jesucristo" en la "eaperanza bienaventurada",

Cuando los cristianos de Telónica agobiados por el dolor enterraban a sus amados que habían esperado vivir hasta ser testigos de la venida del Señor, Pablo, su maestro, les recordaba la resurreción, que había de verificarse cuando viniese el Señor. Entonces los que hubiesen muerto en Cristo resucitarían, y juntamente con los vivos serían arrebatados para recibir a Cristo en el aire. "Y así -dijo- estaremos siempre con el Señor. Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras" (1ª Tes. 4:16-18).

Desde la cárcel, la hogura y el patibulo, donde los santos y los màrtires dieron testimonio de la verdad, llega hasta nosotros a través de los siglos la expresión de su fe y esperanza. Estando "seguros de la resurreción personal de Cristo, y, por consiguiente, de la suya propia, a la venida de Aquel -como dice uno de estos cristianos-, ellos despreciaban la muerte y la superaban" (Daniel T. Taylor, The Reign of Christ on Eath or Voice of the Church ín all Ages, pág. 33).

Estaban dispuestos a bajar a la tumba, a fin de que pudiesen "resucitar libertados". Esperaban al "Señor que debía venir del cielo entre las nubes con la gloria de su Padre", "trayendo para los justos el reino eterno" Los valdenses acariciaban la misma fe. Wiclef aguardaba la aparición del Redentor como la esperanza de la iglesia (Id.pág.54, 129-134).

En la isla peñascosa de Patmos, el discípulo amado oyó la promesa: "Ciertamente vengo en breve". Y su anhelante respuesta expresa la oración que la iglesia exhaltó durante toda su peregrinación: ¡"Ven, Señor Jesús"! (Apoc. 22:20).



Elena G. de White.

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