Y cuando aún estaba lejos, lo
vio el padre, y le fue movido a misericordia, y corrió, y se echó
sobre su cuello, y lo besó. Luc, 15:20.
Estas dos experiencia son reales,
pasan muy a menudo en este mundo tan violento y descabellado. La
primera se sitúa en un país cuyo nombre no quiero acordarme.
Una
madre recostada en la oscuridad de una ventana que daba al jardín,
esperaba a su hija Eva con los ojos muy abiertos. En cada sonido,
ella contenía la respiración y escuchaba. Era más de media noche.
Era un día lluvioso y con mucho frio. Cogió una manta y volvió
otra vez a la ventana. Escuchaba como las gotas de lluvia sonaban sobra las tejas, el
tiempo pasaba y su amada hija no llegaba.
La s tinieblas cada vez
eran más oscuras, y por fin la puerta se cabrio. “Gracias oh Dios”
Fue su oración.
La otra historia es similar a
esta. Mientra la madre dormía plácidamente, el padre oraba sentado
en la cama.
Había días que daban las tres de la mañana cuando regresaba su hijo, y el padre daba gracias a Dios por ello.
Había días que daban las tres de la mañana cuando regresaba su hijo, y el padre daba gracias a Dios por ello.
Así año
tras año. Hasta que un día, el hijo se marcho, lejos y en tierras
lejanas el se quedo. Toda las semanas el padre le llama. El sabe que
Dios le cuida, pero un padre es un padre. Hace mucho tiempo un padre
esperaba a su hijo extraviado, un hijo adolescente.
Que se marcho a
la gran ciudad, se llevo parte de su erencia, la gasto insolentemente
en el juego y vicios. Pero el padre le esperaba cada día, cada
tarde. El hijo consciente de su situación. Tomo la decisión más
honrosa de volver a su casa.
“Y cuando aun estaba lejos, lo vio su
padre” ¿Por qué el padre
permaneció guardando? La
esperanza y el amor de cada padre y madre esta representados en este
cuadro del “hijo prodigo” ¿Había algo mas? Si, la seguridad, la confianza que su hijo algún día recordaría la bondad de su padre y volvería al hogar.
¡Y el la recordó! ¡Solamente, que la subestimo! Muchos hijos se marcha del hogar, para vivir su propia vida, algunos vuelven se casan y el proceso continúan.
Otros no vuelven más. Nuestro Padre celestial debía alentar nuestros corazones. El nos espera cada noche, cada mañana. Esperando una respuesta a su llamado. Pero a pesar de todo, El nos cuida, nos guarda cada noche y cada mañana.
El mismo acto de “guardarnos” revela una gran confianza y un tierno amor. El nos da la oportunidad de volver a Él.
No importa lo que tú has hecho, su amor es tan grande, que no se puede expresar con palabras, sino con hechos.
Como el hijo pródigo, al regresar a Dios hallamos que El corre a nuestro encuentro con su aceptación. Y con una corona cuajada de piedras preciosas.
[Os pido que oréis
por mi, tengo una alergia que me ataca todo el cuerpo y los ojos, y
no tengo ganas de hacer nada. Os ruego humildemente que oréis por
mi, para que siga haciendo esta obra. Que Dios os bendiga.]
Maranata:
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