domingo, 10 de septiembre de 2017

EL CRISTIANO MADURA CON LA ORACIÓN.


Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. Mateo. 6:10.
Querido Jesús -te ruego que esta mañana me uses como tu instrumentos en tus manos-, y sea tu voluntad en mi. Cuida a mi hijo en su caminar y que tus ángeles lo cuiden. 

Mientras que la madre decía: “¡Oh Padre!, eres bienvenido a mi corazón. Que pueda hoy sentirte dentro de mi y que tu infinito amor me haga sentir llena de paz. Aparta todo orgullo y toda arrogancia de mi corazón.

A medida que maduramos espiritualmente, nuestra manera de hablar en presencia del Padre va cambiando. Habrá menos ruegos por bendiciones súper abarcantes y más armonía con la voluntad de Dios. 

La diferencia de la profundización de nuestro conocimiento acerca de quién es el Padre. En lugar de verlo como un arbitrario dispensador de bendiciones, lo veremos como el Autor de la sabiduría, el Diseñador especial para la vida. 

No da la capacidad para captar más completamente la inherente sabiduría de los caminos que nos lleva a la salvación, y comprenderemos que nuestros problemas no surgen de la renuncia de Dios a dar bendiciones, sino de nuestra renuncia a caminar en los caminos y sendero de la vida llenos de bendiciones. 

Amanece en nosotros la idea de que el propósito de la oración no es cambiar la actitud de Dios hacia nosotros, sino cambiar la nuestra hacia Dios. No hay necesidad de rogar o arrastrarnos ante El, no hay necesidad de persuadirlo a reconocer nuestra situación. 

El conoce nuestra situación, sabe de lo que necesitamos, y con un amor infinito se acerca hacía nosotros por medio de Cristo. Jesús nos enseño a orar “venga tu reino”. Ma adelante dijo: “El reino de Dios está entre nosotros”, lo que significa que la más segura esencia del reino de Cristo, esta en los valores que ponen el Espíritu Santo en nosotros. 

El planta la verdadera imagen de Dios en el hombre y mujeres consagradas a El. La oración de Jesús, es hacer decisiones conscientes de dejar que nuestra mente y valores sean llevados a la armonía con la mente y los valores de Dios. 
 
Esto representa la sumisión en el más alto sentido de la palabra. 

No significa una temerosa retirada frente a una potencia de fuego superior, sino una inteligencia que esta alineada de la mente con la sabiduría superior que es la celestial. 

En este punto muchos de los torpes imperativos de nuestras oraciones comienzan a tomar nuevas formas. (La frase “Señor””Señor” “Señor”. ) 

Llega ha ser una falta de respeto a Dios. La forma en que nos expresamos an te Dios, deberíamos de tenerla en cuenta. Dios es Alto y sublime. La oración debe ser sencilla y reconocer con humildad al dador de la vida.Amen.
Maranata.
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