Habéis, pues, de serme santos, porque yo Jehová soy santo, y os he apartado de los pueblos para que seáis míos. Lev. 20:26.
Literalmente, “os he separado” . Es la misma palabra que aparecer en Gén.1:4,6,7,14; Exo. 26:23; Isa. 59:2 etc. Es la misma expresión que aparece en el verso 24 “he apartado”.
El carácter de aquel que acude a Dios por la fe dará testimonio de que el Salvador ha entrado en su vida dirigiéndolo todo, penetrándolo todo.
La tal persona siempre está preguntando: “¿Es ésta tu voluntad y es éste tu camino, mi salvador?” Constantemente mirará a Jesús, el autor y consumado de su fe.
Consulta la voluntad de su divino Amigo en cuanto en cuanto a todas sus acciones, porque sabe que en esta confianza está su fuerza.
Ha desarrollado el hábito de levantar su corazón a Dios en cada perplejidad, y en cada incertidumbre.
El que acepta a Dios como su Soberano debe prestar el juramento de fidelidad a él.
Deve de vestir el uniforme cristiano y enarbolar la bandera que muestra a que ejercito pertenece. Debe hacer plena confesión de su FIDELIDAD a Cristo.
Es imposible esconderla. La divisa de Cristo debe aparecer en en la vida en obras santificadas. “Yo Jehová vuestro Dios, que os he apartado de los pueblos”, “Habéis, pues, de serme santos, porque yo Jehová soy santo, y os he apartado de los pueblos para que seáis míos”.
“Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu alma y cuerpo , sea guardado irreprensible para la venida de nuestro señor Jesucristo”.
“Este pueblo he creado para mí; mis alabanzas publicara” (Lev.20:24, 26; 1º Tes. 5:23; Isa.43:21).
Cuan poco comprendemos esta gran verdad el pueblo de Dios. La completa sujeción mediante Cristo a la voluntad de Dios es nuestra única salvaguardia.
Los pensamientos e impulsos egoístas que asuelan el alma del cristiano produciendo notas discordantes, puede ser separado del control de Cristo.
La palabra del Salvador a todos los elementos indómitos son: “Calla, enmudece”.
Cristo da la bienvenida a todos los que lo aceptan como su salvador, y reina sobre ellos como su rey. . . Nuestro celo por el avance del reino de Dios debe distinguirnos como súbitos fieles de la cruz de Cristo (Manuscrito 1900).
Maranata
Luis
José de Madariaga.
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