viernes, 8 de abril de 2016

EL ALIENTO DIVINO


Habiendo dicho esto, sopló, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo.
Juan. 20:22.
Este fue un cumplimiento preliminar y parcial de la promesa de los cap. 14:16-18; 16:7-15. 

El derramamiento pleno vino unos 50 días más tarde en el pentecostes. (Hechos 2). Este fue ¡El hálito de Dios! ¡Un poder que obra milagros! En el sexto día de la creación, Dios formó al hombre del polvo de la tierra, luego alentó en su nariz el hálito de la vida y fue el hombre un ser viviente. 

Un ser viviente, la unión del polvo creado por Dios y e´hálito de Dios. Se necesitó el aliento de Dios para dar vida al polvo. Fue la antesala de lo que sucedería dentro de poco. Durante esos 40 días, había sido eliminados de sus corazones todo orgullo, toda arrogancia y la lucha por el primer puesto. 

¡Qué diferencia en nuestros días! Hoy existe la lucha por el poder en la iglesia, la arrogancia y la vanagloria existe en nuestros días. ¡yo hago bien todo! La lucha por el poder por desgracia existe y existirá hasta que Cristo venga. 

La pregunta que se hacían: ¿Qué les depararía esa promesa? Los días de espera habían sido de ferviente oración (Hech. 1:14), elevada con espíritu de humildad. Esta es la verdadera unidad que debe caracterizar al pueblo de Dios cuando aspire a disfrutar de una experiencia especial con su Señor, o espere de él una manifestación de su gran poder en la iglesia. 

Cierto es, que tiene que haber una gran reforma en la iglesia, que atañe al la vestimenta, a los placeres de este mundo, y a los pecados íntimos, y a los alimentos etc. Una verdadera reforma, antes del derramamiento del gran poder de Dios. Debemos dejar en el camino al viejo hombre, a la vieja mujer, al viejo joven. 

Nuestras ideas y conceptos del viejo hombre deben ser transformados por el Espíritu de Dios, con nuestro consentimiento. ¡Hay! Si no lo hacemos. 

Satanás probara cada una de us artes para sujetarlo donde estaban hasta que hubiese pasado el sellamiento, hasta que la cubierta se hubiese corrido sobre el pueblo de Dios, y ellos hubiesen quedado sin refugio que los protegiera de la ira ardiente de Dios en las últimas plagas. (PE.p.44). 

El ejemplo palpable es el de Judas. A causa de los pecados del hombre, Jesús vino para redimirlo. 

Su vida fue el precio. Para volver al hombre a Dios, se requirieron dos cosas: la sangre de Cristo y la cooperación de los que aceptaron su sacrificio. 

El alentó en sus discípulos y les dio el don del Espíritu Santo. ¡Maravilloso aliento divino! Dio vida al primer hombre. Da vida eterna a todos los que reciban el Espíritu Santo. Ese puedes ser tú, y yo. [Estare ausente cinco días, perdeno las molestias]
Maranata
Luis José de Madariaga.
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Gracias por vuestras oraciones, se ha notado, mi esposa esta muy mejorada. La oración como dice el apóstol Pablo es efectiva. Gracias a todos.

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