viernes, 1 de agosto de 2014

DOS VERDADES DECISIVAS.


Antes que te forme en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué, te di por profeta a las naciones. Jer. 1:5.

Antes que te forme. Aun antes de que Jeremías hubiera nacido, Dios había tenido el propósito de que fuera un profeta. Dios ha asignado a toda persona un lugar para trabajar y una responsabilidad en su gran plan de salvación (pvgm p. 262).

La mayor parte de los sentimientos de inseguridad que mina a la gente se debe a que no saben de dónde han venido, por qué están aquí y no saben a donde van. 

 La carrera espacial y las teorías de los astrónomos sobre el Universo, revela que los hombre no aceptan el mensaje de las Escrituras y están tratando

con desesperación de informarse acerca del origen del universo.


Cuando preguntamos que propósito tienen en explorar la Luna o Marte incluso otras Galaxias para ver si se puede encontrar donde vivir. Nos encontramos declaraciones como esta: “Los astrónomos, geólogos y biólogas esperan que la luna y marte o otros mundos nos revele los secretos del origen de la vida en nuestro planeta”.

Puesto que era hombre de fe, Jeremías sabía de donde venía y hacia dónde iba. Un ejemplo de la presencia de Dios en el caso de Ciro el Grande (Rey de Persia), vencedor de Babilonia, cuyo nombre menciona el profeta Isaías siglo y medio antes de su nacimiento.

La profecía predijo la notable obra de Ciro de liberar a los judíos. ( Isa. 44:28; 2º Cro. 36:22,23; Esd. 1:1-3). Dios le declaró enfáticamente a Lucifer que lo había creado y le había señalado su misión. (Eze. 28:14,15). 

Al no aceptar estas dos verdades decisivas, Lucifer se transformó en Satanás. El engañador, gracias a su conocimiento empleo de todos los medios concebibles, ha embotado las percepciones humanas al punto que la gran mayoría vaga a ciegas por la vida hasta que la tumba pone fin a su incrédula existencia.

La experiencia de Jeremías no es única. Es sólo un ejemplo del propósito de Dios y de su plan para todos los hombres. Tan poderoso y maravilloso era este pensamiento, que Jeremías comenzó su libro con él.

El hombre es de “libre albedrío”.
Ya sea que se encontrara sumergido en el cieno en el fondo de un pozo, o contemplando al alfarero mientras realizaba su tarea,
Jeremías estaba siempre sostenido por este pensamiento: “He sido elegido por Dios para hacer su obra”.

No se puede quebrantar al hombre que se aferra tenazmente a la convicción de que vive y trabaja para cumplir un cometido divino. Cada cristiano tiene el privilegio de albergar la misma convicción.

Sin considerar tu puesto, tu educación, tu condición social o financiera, Dios te ha puesto en este mundo para que cumplas un propósito. 

El reconocer que su mano te guía, le da proposito a ti existencia y valor a tu servicio.
Maranata
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La Biblia a través del tiempo
http://segunda venida apocalíptica

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