Somos hechura suya,
creados en Cristo Jesús para nuevas obras,las cuales Dios preparó
de antemano para que anduviéramos en ellas. Efesios 2:10.
En Gr. póiema “cosa
hecha”, “hechura”, “obra”.La palabra “poema” deriva de
póiema. El termino se refiere a la nueva creación espiritual que
Dios efectúa en el hombre. Dios nos vuelve a formar para que
caminemos en “buenas obras”. Esta es la definición.
Dios crea en el
hombre el Espíritu de arrepentimiento que es un don del Cielo así
como lo es el de la vida eterna. Nadie puede sentirse verdaderamente
afligido por haber pecado a menos que el Señor, mediante un acto de
amor, le dé un Espíritu de contrición por la falta cometida.
La confesión
también es un don de Dios. No podemos confesar un pecado a Dios o
al prójimo si se ha producido una transformación en nuestra vida.
El hombre que confiesa sinceramente sus faltas es el que ha pasado
por la experiencia del nuevo nacimiento.
En cada pasa que
damos hacia la vida eterna debemos reconocer la intervención divina.
Conozco a mucha gente que por la gracia de Dios logró dejar de
fumar, beber, de robar, y otras cosas que por pudor no se pueden
mencionar desestimo la ayuda divina. (Abandonar una
acción que se había empezado o un plan o proyecto que se tenía:
desistió ) “oh, no me costó nada abandonar ese
vicio.
Me lo propuse y lo
conseguir”, les oí decir más de una vez. En cierta medida el
hombre puede vivir victoriosamente por su propio esfuerzo, pero si se
atribuye esas victorias a sí mismo y no al poder de Dios, un día
oirá las palabras de sentencia: “Apartaos de mí, hacedores de
maldad” (Mat. 7:23).
La regeneración, la
conversión, el nuevo nacimiento es un obra creadora de Dios. Pero
debe haber una predisposición del cristiano, sin ello es imposible
agradar a Dios y obtener la victoria. Pablo dijo: “Si alguno está
en Cristo, nueva criatura es” (2º Cor. 5:17).
Y David rogó en la
oración más expresiva del arrepentimiento, que jamás el hombre
pudo expresar a menos que el Espíritu de Dios este en el: “Crea
en mí, oh Dios, un corazón limpio; y renueva un espíritu recto
dentro de mí. (Sal. 51:10).
La verdad de la
salvación por la fe se puede comprender y vivir fácilmente, cuando
nos entregamos en manos de nuestro Salvador. Es en esencia el mensaje
del tercer ángel y esto significa vivir mediante el poder de Cristo.
“Vivo”, dijo Pablo, pero no yo, “más vive Cristo en mi”
¡Amen! (Gal. 2:20).
“Vivo”, aseguró
Juan, pues “n él estaba la vida” (Jn. 1:4).
“Vivo”, dijo
Pedro, pero ya no “conforme a las concupiscencias de los hombre,
sino conforme a la voluntad de Dios” (1º Ped. 4:2).
“Vivimos”, clama
un coro de voces victoriosas desde Adán hasta nuestros días. Son
las de los que viven la vida verdaderamente como lo manda Dios. El
vivir por la fe:
La salvación por la fe, es el mensaje de la Iglesia Adventista para el mundo. Un mundo que se esta convirtiendo como Sodoma y Gomorra.
La salvación por la fe, es el mensaje de la Iglesia Adventista para el mundo. Un mundo que se esta convirtiendo como Sodoma y Gomorra.
¡Qué contraste con
el poder de la bestia que solo ofrece a la gente la copa mortífera
de la salvación por las obras! ¿No te sientes gozoso y agradecido
por el poder recreador de Dios?
Promesa: “Piense
en Cristo. Contémplelo con fe, y crea en sus promesas. No pierda la
confianza. El será su apoyo. Reclínese sobre él y dependa de él.
. . Confíe en Aquel cuyo brazo nunca le fallará. (2º MS. 302,
303).
Maranata
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La
Biblia a través del tiempo
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venida apocalíptica
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