Haciendo un azote de
cuerdas, echólos a todos del templo, y a las ovejas, y a los bueyes;
y derramó el dinero de los cambiadores, y trastornó las mesas; Y a
los que vendían las palomas, dijo: Quitad esto de aquí, y no hagáis
la casa de mi Padre casa de mercado. (Jn. 2:15,16).
Era el tiempo de la
pascua Jesús fue al templo de Jerusalén donde pudo observar una
escena tumultuosa. Oyó el griterío de la gente mezclado con el
bullicio producido por los bueyes, ovejas y palomas,
En el rostro de los
cambistas, sacerdotes y vendedores de animales (hoy llamaríamos
ganaderos) vio impresa en sus rostros la codicia. Se fijó en los
lisiados, ciegos y pobres, estos estaban a la expectativa si su
dinero era suficiente para cambiarlo por la moneda del templo, para
obtener lo suficiente para comprar un palomino o una tórtola para el
sacrificio o ofrenda y así obtener el perdón de sus pecados.
Cristo contemplo con
estupor la escena todo era griterío, la gente hablaba tan alto que
no se podía oír las oraciones de los más pobres, las escenas era
de sordidez. [de suciedad, pobreza, miseria. Mezquindad, y avaricia,
inmoralidad, vileza].
No as visto algo
parecido en tu iglesia, la gente habla tanto que la gente no puede
orar a su Dios, así las normas del pueblo de Dios bajan, y sigue
bajando hasta que Dios diga ¡basta ya!.
La perversión del
Evangelio había llegado al colmo y Jesús no podía permitirlo que
esta situación continuara más. No podía guardar silencio al ver
que se ocultaba el amor de Dios de quienes anhelaba la salvación de
los que buscaban a Dios sinceramente.
Todos advirtieron su
presencia y un silencio de muerte sobrecogió a la turba impía, la
divinidad resplandecía en su rostro. Luego se oyó la voz del Hijo
de Dios que ordenaba: “Quitad de aquí esto, y no hagáis de la
casa de mi Padre casa de mercado”.
Jesús se dirigió
al atrio con un azote de cuerdas y comenzó a volcar las mesas de los
cambistas. Su mirada y su actitud era tan aterradora que todos se
apresuraron a huir de la condenación de su presencia y hubo quienes
recordaron las palabras de David: “Me consumió el celo de tu casa”
(Sal. 69:9).
La lección más
importante que podemos extraer de este episodio se aplica a nuestra
experiencia personal. Así como limpió el templo de Jerusalén,
así también Jesús anhela limpiar el templo de nuestros corazones,
que esta tan contaminado por las modas, los videojuegos, T.V. Y un
largo ezetera, a tal punto que los elementos de la vida espiritual
queda sofocados. (Cristo predica en el templo a los pobres).
El poder de Satanás
se desvanece sólo cuando permitimos que Cristo purifique nuestra
vida. “Dios mora en la humanidad, y mediante la gracia salvadora,
el corazón de hombres y mujeres vuelve a ser su templo. . . Al
limpiar el templo de los compradores y vendedores mundanales, Jesús
anunció su misión de limpiar el corazón de la contaminación del
pecado,
de los deseos
terrenales, de la concupiscencia egoísta, de los malos hábitos que
corrompe el alma. (El D.T.G. p.132-133).
Maranata
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La
Biblia a través del tiempo
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venida apocalípta
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