Porque en Cristo
Jesús ni la circuncisión vale nada, ni la incircuncisión, sino una
nueva creación. Gal. 6:15.
El hombre fue hecho
a la imagen divina en su aspecto físico y en su carácter. Vivía en
armonía con la voluntad de Dios. “Su mente era capaz de
comprender las cosas divinas. Sus afectos era puros, sus apetitos y
pasiones estaban bajo el dominio de la razón. Era santo y se sentía
feliz de llevar la imagen de Dios. Y de mantenerse en perfecta
obediencia a la voluntad del Padre” (P.P. p. 26).
Pero al caer perdió
esos atributos. Para recuperarlos necesitaba del poder creador de
Dios. Aquí entra el juego de la doctrina de la justificación por
la fe, la cual consiste en creer que Dios tiene poder para hacer de
nosotros nuevas criaturas.
Al experimentar el
proceso del nuevo nacimiento el hombre pasa de la rebelión a la
obediencia. La salvación es un plan destinado a restablecer la
relaciones entre la criatura y el creador.
El lazo que une la
creación con la redención es tan íntimo que “Jehová. . . el
cual creó los confines de la tierra” es el “Creador de Israel”
(Isa. 40:28; 43:15).
Así como el Espíritu obró sobre la tierra desordenada antes que hubiera en ella señal de vida, así también lo hace ahora sobre nuestras vidas caóticas, transformándolas y permitiendo que en ellas haya luz, crecimiento, fruto y obediencia.
Así como el Espíritu obró sobre la tierra desordenada antes que hubiera en ella señal de vida, así también lo hace ahora sobre nuestras vidas caóticas, transformándolas y permitiendo que en ellas haya luz, crecimiento, fruto y obediencia.
Así una “nueva
creación” significa el acto de creación o el ser creado como
“nueva criatura”. Ver como. 2ª Cor. 5:17; cf. 1º Cor. 7:19. Por
lo tanto, lo que tiene importancia suprema es: (1º ) La fe que obra
por el amor; (2º) el resultado de la fe, una nueva persona en Cristo
Jesús; (3) La evidencia externa y visible de esa transformación, a
saber, obediencia a la voluntad de Dios.
Así el hombre llega
a ser un alma viviente. La conexión entre Cristo como Creador y
Cristo como Redentor no es un accidente. Ambos hechos están
indisolublemente unidos. ¿Por qué? Porque el mismo poder que trajo
al hombre a la existencia es el que se necesita para transformar tu
corazón pecaminoso.
Tanto la creación
como la nueva creación son el resultado de la obra divina. Pero,
¿cómo renueva Dios nuestra vida? Somos mendigos espirituales
gobernados por el egoísmo. Somos victimas de la codicia que ciega
nuestra mente.
Nuestro corazón
está dominado por pasiones irrefrenables. Judas describe a los
pecadores como “animales irracional”, “nubes sin agua”,
“árboles sin frutos, dos veces muertos”, “fieras ondas del
mar”, “estrellas errantes”.
Pero gracias a Dios
podemos ser transformados mediante el proceso de la nueva creación.
El nuevo nacimiento espiritual puede y debe ocurrir y se producirá
si seguimos los pasos tan claramente señalados en la Biblia.
La pasión consumidora de nuestra existencia debe ser la búsqueda y el seguimiento diario de esos pasos.
La pasión consumidora de nuestra existencia debe ser la búsqueda y el seguimiento diario de esos pasos.
Maranata
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La
Biblia a través del tiempo
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venida apocalíptica
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