Abel fue el primer hombre que murió por su fe en Dios y en la verdad. Sabemos que a lo largo de la historia hombres y mujeres murieron por proclamar la verdad. Lo cierto es que la Biblia no ha registrado ni una sola palabra de Abel. Pero nuestro verso afirma, categoricamente que él aún habla. Pero es una predicación sin palabras. Verdaderamente es el poderoso testimonio de su vida y su carácter.
Lo cierto que en este versículo se presenta dos veces la palabra "su hermano", para representar claramente el horror del pecado de Caín. En él, la simiente de la mujer ya se había convertido en la simiente de la serpiente. El crimen de Caín revela la verdadera naturaleza de Satanás como "homicida desde el principio" (Jun.4:4). Ya había surgido el contraste entre las dos "simientes" dentro de la raza humana.
¡Cuantas gracias debemos dar a nuestro Señor y Salvador Jesucristo por devolvernos la verdadera simiente que fue robada en el Edén! Cristo es una "piedra probada". Nunca chasquea a los que confían en él.
El valor de cualquier testimonio depende de la credibilidad que merece el testigo. Si nuestra vida es recta, como la de Abel, seremos testigos y rocas vivas que ni aun la muerte podrá silenciar, y nuestro testimonio verbal junto con nuestros hechos será siempre digno de crédito.
A lo largo de los años he meditado mucho sobre este asunto. Cuando doy testimonio por Cristo, públicamente o privadamente, me pregunto: ¿hay una vida cristiana consecuente detrás de mis palabras? Y la otra pregunta que me hago es: ¿Puede Dios utilizarme a cualquier hora del día, oh puede utilizar a cualquier persona para dar testimonio de tu verdad? ¿Dónde empieza mi testimonio y el tuyo, con tus palabras o con tu vida? ¿Qué le da eficacia a la obra que tratamos de hacer para que Cristo venga pronto? ¿Puesde convencer a los demás acerca de la rectitud el que vive en pecado?
Así de vital es la importancia que tiene el carácter del fiel testigo que representa a nuestro Salvador. Durante 22 años que trabaje para U.S.A.
en una Base militar, creo sinceramente que di buen testimonio, ya que los altos cargos civil y militares me tenían en buena estima, creo sinceramente y así lo espero que el nombre de mi Dios fue honrado. Ya que la masonería que allí estaba, me tenia en muy alta estima. Creo por la gracia de Dios, aunque no soy perfecto, ya que el pecado mora en mi, creo haber dado un buen testimonio para gloria de mi Dios.
Tenemos casos en la biblia, como el caso de Giezi, el siervo de Elíseo, aunque estaba relacionado con un hombre de Dios, no había entregado su vida al poder celestial. Cayó bajo la maldición de Dios por mentir y por dar mal testimonio ante el asirio. Su egoísmo y su codicia lo llevo a la ruina.
En una ocasión Elíseo fue llamado al hogar de una mujer sumita cuyo hijo había muerto. Pero el profeta envió en su lugar a su siervo Giezi. Le dio su báculo e instrucciones específicas de no hablar con nadie en el camino. Debía poner el báculo de Elíseo sobre el rostro del niño. (2º Rey. 4:29).
La respuesta nos la da la palabra: Elíseo poseía el aceite dorado del Espíritu Santo [que hablamos ayer en la anterior matutina], pero el poder de Giezi no tenia el Espíritu Santo. El relato no deja duda alguna en cuanto al hecho de que la Persona y el Poder estaban detrás del que sostenía el báculo era lo que realmente importaba.
Maranata.
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la
Biblia a través del tiempo.
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