miércoles, 15 de febrero de 2023

¿DEPENDEMOS DE DIOS O DE LOS HOMBRES?

Y habló Dios a Israel en visiones de noche, y dijo: Jacob, Jacob. Y él respondió: "Heme aquí". (Génesis 46:2)

Es asombroso ver cómo Dios nos ayude vez tras vez en nuestra vida, bien sea en visiones, o por medio de los Ángeles 

para entender que dependemos de él y que no debemos cometer el error de tratar de darle la mano con artimañas humanas, con métodos no santificados, aunque la lógica parezca darnos la razón.


Cuando Jacob engañó a su padre con alevosía y premeditación para lograr la primogenitura, puso de manifiesto como nunca antes el verdadero significado de su nombre: suplantador, engañador. 

Sufrió amargas consecuencias por su impostura. Años después, obtuvo perdón, el Señor le dio un nuevo nombre y un nuevo corazón. 

Ya no sería conocido como Jacob, sino como Israel. Sin embargo, encontramos que, en varias ocasiones significativas posteriores,  como recordatorio de lo que había hecho cuando y Dios se dirige a él, llamándolo por su antiguo nombre, el nombre que a él le habría gustado olvidar.


Así, al darle la recomendación de bajar a Egipto, el Señor quería darle la seguridad que no iría solo, que podía confiar plenamente en la promesa divina de hacerle una gran nación. 

Otra vez, cuando Jacob estaba en su lecho de muerte, el Señor lo llama por su antiguo nombre y no el nuevo nombre de perdón y aceptación. 

No era que Dios no cumpliera la promesa de olvidar su pasado negativo. Al repetir el nombre, Dios le estaba diciendo que no había necesidad de mentir para conseguir la primogenitura.

En momentos imposibles, parece más fácil ir por nuestro propio camino y tomar decisiones que no incluyen ni a Dios, ni sus métodos ni su dirección. 

Hay una cosa que el cristiano debe hacer siempre: preguntarse si las cosas que está haciendo, 

o la dirección que quiere tomar, cuentan con la aprobación de Dios. 

Debemos vivir siempre pidiéndole que revele su voluntad en nuestra vida, y estar dispuestos a esperar en Jehová, pues él hará. 

“Porque los malignos serán destruidos, pero los que esperan en Jehová, ellos heredarán la tierra” (Sal. 37:9). 

Es una firme promesa, no solo para el futuro, sino para la vida presente, igual que Isaías 40:31: “Pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán" 

Al dirigirse a Jacob como Jacob y no como Israel en los momentos más significativos de su vida, el Señor nos recuerda a todos que sus métodos son siempre mejores que los métodos humanos. Génesis 46:1-48:22; Juan 4:1-54

MARANATA

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