lunes, 12 de diciembre de 2022

CAMINAR BAJO LA LUZ.

Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí. (Juan 14: 6.)

Oh, si pudiéramos nosotros, que somos peregrinos y extranjeros en este país extraño, que buscamos un país mejor, un país celestial, comprender a Cristo, el Camino, la Verdad y la Vida. 

El dice: "Nadie viene al Padre, sino por mí". El camino que él ha señalado es tan claro y evidente, que el más pecador, cargado con sus culpas, no necesita perderlo. 

Ningún tembloroso buscador necesita fracasar en la búsqueda del camino verdadero, y en caminar en la luz pura y santa, porque Jesús es el Guía en el camino.

El camino es tan estrecho, tan santo, que no puede tolerarse en él el pecado, y sin embargo, el acceso al camino ha sido posibilitado para todos, 

y ni una sola alma abatida, dudosa y temblorosa necesita decir: "Dios no se preocupa por mí". 

Toda alma es preciosa para su vista... Cuando Satanás triunfaba como el príncipe de este mundo, cuando reclamaba este mundo como su reino, 

cuando estábamos todos manchados y corrompidos por el pecado, Dios mandó a su mensajero desde el cielo, a su Hijo amado para proclamar a todos los habitantes del mundo: 

"He encontrado un rescate (dice Dios). He preparado un camino de escape para todos los que perecen crean en mi. 

Tengo a vuestra disposición los documentos  de vuestra salvación y emancipación, sellados por el Señor del Cielo y de la Tierra".

No es porque haya algún defecto en el título que ha sido comprado para vosotros, que muchos de vosotros no lo aceptaran. 

No es porque la misericordia, la gracia, el amor del Padre y del Hijo, no sean amplios, y no hayan sido derramados libremente, 

que vosotros no os regocijeis en el amor perdonador... Si os perdéis, es porque no queréis acudir a Cristo, para que tengáis vida eterna.

Dios espera para derramar la bendición del perdón de los pecados, del perdón de la iniquidad, del don de la justicia sobre todos los que quieran creer en su amor, y aceptar su salvación. 

Cristo está listo para decirle al pecador arrepentido: "Mira que he quitado de ti tu pecado..." (Zac. 3: 4-7) y nunca más me acordaré de el. 

Cristo es el eslabón que conecta a Dios con el hombre. La sangre de Jesucristo es la súplica elocuente que habla en favor de los hombres y mujeres.

MARANATA.

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