jueves, 11 de marzo de 2010

LAS TAREAS SENCILLAS NOS PREPARAN PARA UN SERVICIO ELEVADO

"Aquí está Eliseo hijo de Safat quien servía a Elias" (2 Rey. 3:11).

La partida [de Eliseo] no fue con manifestaciones de pena y lamento. Ofrecieron una fiesta en su casa en conmemoración del honor conferido sobre la familia. ¿Cuál fue la primera labor de Eliseo? Consistió en hacerse cargo de las cosas pequeñas y en hacerlas con integridad. Se dice que vertía agua en las manos de Elias, su maestro. Era el asistente personal del profeta.

Cualquier tarea, por pequeña que parezca, que se realice en favor del Maestro, subyugando por completo el yo, ha de ser tan aceptable para él como el servicio más elevado... La posibilidad de ofrecer un servicio humilde y de todo corazón está delante de todo aquel que dice ser hijo de Dios.

Después que Eliseo estuvo un tiempo al servicio de Elias, fue llamado a ocupar su lugar. No habría en ese tiempo ninguno más grande que él. Había trabajado bajo las órdenes de Elias como un aprendiz, y llegaba el momento en que sería removido el dirigente principal y su segundo en rango habría de dar un paso al frente y así como Elias estaba siendo preparado para ser traspuesto, Eliseo debía ser preparado para ocupar su lugar como sucesor del profeta...

"Y se acercaron a Eliseo los hijos de los profetas que estaban en Jericó y le dijeron: ¿Sabes que hoy Jehová te quitará a tu señor de sobre ti? Y él respondió: Sí, yo lo sé, callad. Y Elias le dijo: Te ruego que te quedes aquí, porque Jehová me ha enviado al Jordán. Y él dijo: Vive Jehová, y vive tu alma, que no te dejaré. Fueron, pues, ambos... Y ellos dos se pararon junto al Jordán. Tomando entonces Elías su manto, lo dobló y golpeó las aguas, las cuales se apartaron a uno y a otro lado, y ambos pasaron en seco... Y aconteció que yendo ellos y hablando, he aquí un carro de fuego con caballos de fuego, apartó a los dos; y Elias subió al cielo en un torbellino. Viéndolo Eliseo, clamaba: ¡Padre mío, padre mío, carro de Israel!... Alzó luego el manto de Elias que se le había caído, golpeó las aguas, y dijo: ¿Dónde está Jehová el Dios de Elias? Y cuando hubo golpeado del mismo modo las aguas, se apartaron a uno y a otro lado, y pasó Eliseo"...

Al arar los campos, Eliseo había aprendido la lección de no abrigar un espíritu de fracaso o de desánimo. Ahora había colocado su mano en el arado de otra línea de labor, y no habría de fracasar ni desanimarse. Cada vez que se lo exhortó a volverse atrás, él declaró: "¡Vive Jehová, y vive tu alma, que no te dejaré!" (Carta 12, 1897).

E. G. White

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