domingo, 22 de noviembre de 2020

LA BONDAD DE DIOS

¿O menospreciáis las riquezas de su benignidad, paciencia y longanimidad que su benignidad te guía al arrepentimiento. Romanos 2:4.

El amor de Dios y su paciencia sólo causa un desengaño sentimiento de seguridad en el corazón de una persona endurecida en el pecado. 

“Por cuanto no se ejecuta luego sentencia sobre la mala obra, el corazón de los hijos de los hombres está en ello dispuesto para hacer el mal” (Ecl. 8:11; cf. Sal. 10:11,13). 

Los judíos estaban acostumbrados a usar el argumento de que Dios aún los bendecía, por lo tanto no los consideraba como pecadores (Luc.13: 1-5; Juan 9:2).

El cristiano de hoy día caemos en el mismo engaño. Dios bondadosamente continúa concediéndonos tiempo y oportunidades para que aceptemos su ofrecimiento de la salvación, y por eso ciegamente abusamos de su misericordia y paciencia al continuar complaciéndonos en nuestros propios caminos. 

El cristiano no conoce el propósito de la longanimidad de Dios y su paciencia. La verdad que este pasaje no siempre se conoce o no se comprende bien. 

Desde la imposición
n del Papado hasta la entrada del siglo XX, incluso ahora, se enseñaba 

que el arrepentimiento era concedido por las grandes letanías, o por sacrificio de subir las escaleras del vaticano de rodillas como hizo Lutero.  

El perdón es producido por el terror de grandes sacrificios. 

La doctrina de un infierno que nunca se apaga ha sido inspirada por una filosofía cristiana. 

Según esto, el hombre se salva por las obras. Este concepto de la benignidad o bondad de Dios como fuerza motivadora del arrepentimiento forma parte del centro del Evangelio 

“Dios amó tanto que dio” constituye la revelación de la bondad de Dios. 

Y ese don de amor de Jesucristo, es el que trae a todos los hombres hacia él. 

Aunque Dios odia el pecado, sin embargo en su longanimidad no procede inmediatamente a castigar al pecador, sino que retienen el castigo día tras día para darle la oportunidad de arrepentirse y sea salvos 2º Ped. 3:9).  

Cierto es que los hombres “menosprecian” la longanimidad de Dios porque llegan a la conclusión de que él nunca castigará el pecado y que, por lo tanto, pueden persistir pecado impunemente. 

El hombre tiene que arrepentirse, Dios nos invita (Isa. 43:1-3): “No temas”,dice Dios, “porque yo te redimí; te puse nombre, mío eres tú. 

El arrepentimiento y el abandono del pecado, y la gracia de Cristo, nos lleva a una reconciliación con el Padre. “Porque yo Jehová, Dios tuyo, el Santo de Israel, soy tu Salvador”. 

¡Esta es la clase de amor que nos conduce al arrepentimiento! Comuniquemos este amor hacia los de más.

MARANATA.

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