Por tanto, id, y haced discípulos
a todas las naciones, bautizándoles en el nombre del Padre, y del
Hijo, y del Espíritu Santo. Mat. 28: 19.
La historia del predicador
cristiano David Livingstone es digna de mencionar. Esta enterrado en
la Abadía de Westminster, en Londres.
Este hombre había tomado
seriamente la comisión de llevar el Evangelio a las personas de Asia
en el Pacifico Norte, que conocemos como Corea del Sur, China y
Japón.
Livingstone quería ir a China pero el Señor cerro las
puertas y le abrió otra en el gran continente Africano. Su
ministerio ha inspirado a miles de hombres que han dado su vida en
estos campos misioneros.
Livingstone nació en Blantyre, Escocia, y
a la edad de diez años comenzó a trabajar en fabrica de algodón
para ayudar a sostener a su familia.
Sus padres, nos dice él, le
habían enseñado la palabra de Dios y la salvación gratuita que
ello conlleva gracias a la expiación de nuestro Señor Jesucristo,
pero el cambio que se realizo en su vida cuando el Espíritu Santo lo
indujo fue a aceptar esto, fue dramático para él.
“El cambio fue
como lo que podría suponerse que ocurriera si fuese posible currar
en un caso de 'ceguera' “ , escribió en su libro que más tarde se
convirtió en un best-séller.
“La perfecta gratitud con la cual se
ofrece en el libro de Dios es el perdón de nuestras culpas, sin dar
nada a cambió [en mi] sentimientos de afectuoso amor hacia Quien
nos compro con su sangre, y un profundo sentido de obligación hacia
él. (J.H. Worcester en The Life of David Livingstone; p. 8).
Ya
explicamos en otra matutina la vida de este hombre que sirvió
durante 30 años en Africa como misionero, bautizo a muchos. El
Espíritu Santo lo uso como instrumento en su mano quien lo capacito
para esta gran obra.
Un año antes de morir en 19 / 3/ 1872
escribió estas palabras “Mi Jesús, mi Rey, mi vida, mi todo;
nuevamente te consagro todo mi ser, Acéptame y concédeme, oh
bondadoso Padre que antes de este año concluya mi tarea” (Id., p.
97).
Muchos hombres y mujeres, son usados cada día por el poder del
Espíritu Santo, para llevar su obra adelante.
¡Ojala todos fuésemos usados para terminar la obra de Dios en la tierra.
¡Ojala todos fuésemos usados para terminar la obra de Dios en la tierra.
Pidamos con
humildad el derramamiento del Espíritu Santo, para que seamos todo
su pueblo ungido con ese poder. Dios da a cada uno un talento, usemos
lo para su gloria.
Creo en ese reavivamiento del pentecostes, para finalizar la obra en la tierra. Pronto veremos en las nubes la Majestad de Cristo glorificado. Amen.
Maranata.
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