lunes, 22 de julio de 2019

DESDE EL PINÁCULO DEL TEMPLO


Entonces el diablo le llevó a la santa ciudad y le puso sobre el pináculo del templo, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, échate abajo. Mat. 4:5-6.
Muchos consideran este conflicto entre Cristo y Satanás como si no tuviese importancia para su propia vida; y para ellos tienen poco interés. Pero esta controversia se repite en el dominio de todo corazón humano. 

Nunca sale uno de las filas del mal para entrar en el servicio de Dios, sin arrostrar los asaltos de Satanás. Jesús afronta una verdadera crisis. Había sido el hijo de un carpintero de la tierra de Nazaret. 

La misión de Cristo es de ir por las aldeas fuera de las grandes ciudades.Tenía que anuncia “el Evangelio del reino”. Era la gran misión que le había encomendado su Padre. 

Pero había un gran interrogante: ¿Lo escucharían? ¿Cómo podía llegar al corazón confuso y endurecido de las multitudes? Son preguntas que hoy día preocupan aquellos que predican el último mensaje al mundo.

En ese momento en que Cristo meditaba en este asunto, el diablo (Satanás)llegó con una gran “respuesta” a su problema. Lo llevó al pináculo del templo. La vista era espectacular, veía la ciudad y a la gran multitud. 

Allí estaba la gran multitud a la cual tenia que llevar el mensaje de la salvación. 


Satanás le susurró: Si eres Hijos de Dios échate abajo; que escrito está: A sus ángeles mandará por ti, y alzarán en las manos, para que nunca tropieces con tu pie en piedra.” 

El tentador pensaba aprovechar de la humanidad de Cristo e incitarle a la presunción. Satanás no podía obligar a Jesús a arrojarse. A menos que Cristo cediese a la tentación, no podía ser vencido. 

El tentador no puede nunca obligarnos a hacer lo malo. No puede dominar nuestra mente, a menos que la entreguemos a su dirección. La voluntad debe consentir y la fe abandonar su confianza en Cristo, antes que Satanás pueda ejercer su poder sobre nosotros. 

Pero todo deseo pecaminoso que acariciemos le da un punto de apoyo. Al resistir esa tentación, Jesús nos enseño una lección a todos sus seguidores. “Escrito está” Nuestra fe debe de aferrarse a las promesas de Dios, y esta producirá la obediencia. 

Si la fe de nuestros primeros padres confiaron en el amor de Dios, y obedecieron sus mandamientos. La nuestra debe de ser mayor que la de ellos, ya que tenemos más evidencias del amor de Dios por nosotros. 

En el pináculo Cristo de mostró la lealtad a su Padre y una lección para nosotros. 

No es fe lo que reclama el favor del Cielo sin cumplir las condiciones bajo las cuales se concede una merced. 
La fe verdadera tiene su fundamento en las promesas y provisiones de las Escrituras.
MARANATA.
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Notificación: Estimados lectores de este blog. Oren por mi salud y por este proyecto. Sal. 62: 7

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