Examíname, oh Dios, y conoce mi
corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí
camino de perversidad, y guíame en el camino eterno. Sal, 139:
23,24.
David comprendía
maravillosamente a su Padre celestial y lo manifestaba casi
automáticamente en esta salmo. Abre sin temor ni reservas mi vida
interior para qué tú oh Rey del universo me examines
cuidadosamente.
¿Diríamos nosotros estas palabras de David? Los que
deseamos esconder los secretos de nuestro corazón nos asombramos de
su candor, de su vulnerabilidad ante Dios. Hoy en el pueblo de Dios
hay dos caras, los más octópodos y los más liberales. David nos da
ejemplo, su secreto se encuentra en la última frase.
El sabe que si
el Padre encontrara algún camino ofensivo dentro de él, el
resultado sería una instrucción y no un castigo. El tenía un
conocimiento del Padre y el sabía que Dios quería guiarlo por el
camino eterno. ¿Nosotros conocemos al Padre? Si fuera así, la
voluntad del Padre haríamos, y nuestro camino sería eterno.
Nos
encontramos detrás de la hoja de higuera nos cubrimos con ellas
para que Dios no vea nuestra desnudez. Vivimos en una hora solemne, y
no nos damos cuenta que el tiempo esta llegando a su fin. Dios nos
esta buscando, para darnos un corazón renovado por el Espíritu, que
es el vestido de la santidad.
Hay muchas personas temen los juicios
de Dios por que dentro de su doble personalidad tienen un pie en el
mundo y otro en la iglesia. Y saben que puede ser condenados, pero no
se darán cuenta hasta el último momento; cuando la gracia haya
desaparecido.
Ven a Dios como el que puede evaluar su trayectoria y
condenarlo por su fracaso. Y lo único que hacemos es esconderlo en
lo más profundo del corazón y olvidarnos de ese problema. Davi lo
vio como a un Padre, y los padre se relacionan con el mal de sus
hijos dándoles instrucción hasta que superen esa inmadurez.
Nuestra
mayor necesidad es admitir nuestra necesidad. Pero admitirlo no es
tan fácil. Nos aferramos a cualquier resto de adecuación que
podamos encontrar para apoyar nuestra estima propia; ¿por qué
deberíamos mostrar todas nuestras deficiencias?
Sin embargo, nunca
conoceremos la fuerza de Dios hasta que admitamos nuestra debilidad.
Por ello Dios tiene razón de facilitarnos la admisión de nuestra
debilidad, para que su fortaleza sea perfectamente desplegada en
nosotros.
David conocía a Dios, no como el administrador de un
abstracto código legal, no como un legislador ofendido. El lo
conocía así como nosotros podemos conocerle, como un Padre amante y
un sabio Instructor en los caminos eternos -en los caminos que duran
para siempre.
[Os pido que oréis por mi.
Tegon una alergia que me ataca todo el cuerpo y los ojos, y no tengo ganas de hacer nada. Os ruego humildemente que oréis por mi, para que siga haciendo esta obra. Que Dios os bendiga].
[Os pido que oréis por mi.
Tegon una alergia que me ataca todo el cuerpo y los ojos, y no tengo ganas de hacer nada. Os ruego humildemente que oréis por mi, para que siga haciendo esta obra. Que Dios os bendiga].
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