LAS NUBES PASARAN

El corazón alegre hermosea el rostro; mas por el dolor del corazón el Espíritu se abate. Prov. 15:
El dolor viene y se va; ésa es la suerte del hombre, deberíamos no tratar de agradarlo, sino más bien detenernos en lo que es brillante y placentero. 
 Cuando el invierno extiende con su manto de nieve sobre la tierra, no permitimos que nuestra alegría se hiele con las flores y los arroyos, ni nos lamentemos continuamente a causa de los días triste y los vientos fríos del invierno. 
Por el contrario, penetramos hacía adelante con la imaginación en el próximo verano, con su calor y vida y belleza de los bosques. 
Ahora mismo una nube ha ocultado de nuestra vista los brillantes rayos del sol y nos quedamos en la sombra. 
¿Deberíamos irritarnos y quejarnos por eso y olvidar todo lo otro que brillante y que es hermoso a nuestro alrededor? No, deberíamos olvidar la nube y recordar que el sol no ha sido raído, sino que ha velado su rostro solamente por un momento. . . 
Dios no se complace en que tengamos que pasar nuestra vidas en el desaliento y la melancolía, magnificando cada prueba que nos llega. Al hacerlo, no solamente nos afligimos, sino que ensombrecemos la felicidad de aquellos que nos rodean. Al hacerlo, no solamente nos afligimos, sino que ensombrecemos la felicidad de aquellos que nos rodean. 

No deberíamos escudriñar las oscuras sombras de la experiencia de nuestra vida ni detenernos en ellas, sino más bien abrir los ojos y levantar los sentidos para ver y apreciar las muchas bendiciones que Dios nos ha concedido. Es la voluntad de Dios que seamos alegres. . . 

Aquellos que se relacionan con nosotros son afectados para bien o para el mal por nuestras palabras y por nuestros actos. 
Estamos inconscientemente difundiendo la fragancia de nuestro carácter en la atmósfera moral que nos circunda, o estamos envenenados de esa atmósfera con pensamientos, 
palabras y hechos que tienen una influencia deletérea (vocablo griego que se traduce como destructor, mortífero, veneno) sobre aquellos con quienes nos asociamos. “Nadie vivi para sí” (D.W. Ibid. p.23-25. 1878).

Maranata

Luis José de Madariaga.

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