El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a la iglesia. Al que venciere le daré a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios. Apoc. 2:7
Dos personas navegaban en una pequeña embarcación frente a la costa de America Central.
Era un hermoso día: no había ninguna nube en el cielo.
El puerto tenía poca profundidad y los barcos estaba anclados a cierta distancia de la orilla para cargar y descargar sus mercancías.
Mientras íbamos navegando notamos que un barco de carga estaba a una cinco millas de distancia. Poco después observamos y vimos que el barco estaba más hundido en el agua.
Observamos que el barco parecía moverse muy rápidamente y pronto estaría en el horizonte.
Efectivamente, poco después lo habíamos perdido de vista. No pensamos más en ello hasta que volvimos a la orilla.
Mientra iban a casa de su amigo se encontraron con un miembro de la Iglesia que les contó que un barco cargado de madera que llevó tanta carga que se hundió completamente en las aguas profundas. Afortunadamente la tripulación se salvo.
Este era el barco que vimos alejarse de nosotros en el horizonte. En realidad lo vimos hundirse pero a la debida distancia no lo apreciamos. Lo cierto que esto es una moraleja.
Cada día en este viejo mundo maldecido por el pecado hay personas que caen bajo el peso del pecado. Algunos han sido cristianos, pero quizá se han vuelto tibios.
El diablo siguió aumentándoles la carga de pecado hasta que quedaron completamente sobrecargados y se hundieron bajo de las olas del pecado. Es posible que lo estamos viendo desde lejos, sin darnos cuenta de lo que ocurría.
O no veamos que nuestro hermano se esta hundiendo, o no lo queremos ver. Es posible que nosotros tengamos cargas que interfiere en nuestro crecimiento espiritual.
Quizá la enfermedad, la dificultades o la falta de trabajo nos han desanimado. Quizá nuestros sentimientos han sido lastimados por una palabra fuera de tiempo y de lugar y estamos ofendido.
O posiblemente un dirigente de la iglesia no esta viviendo como debería de vivir, y nosotros empezamos a criticarlo, y el diablo nos ayuda en esa tarea y nos desanimamos.
Si las cargas nos oprimen y amenaza sepultarlo debajo de las olas, podemos salvarnos, si queremos. El Espíritu de Dios dice: “Al que venciere, le daré a comer del árbol de la vida” El Espíritu, en otras palabras nos dice que nos libremos de nuestras cargas. Y, ¡alabado sea el Señor! El nos ayudará. Amen.
Maranata
Luis
José de Madariaga.
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