LA TRANSGRESIÓN LLEVA A OTRA TRANSGRESIÓN.

“Entonces se encendió el furor de David en gran manera contra aquel hombre, y dijo a Natán: vive Jehová, que el que tal hizo es digno de muerte”. (2º de Samuel 12:5).

La Biblia nos dice muy poco en cuanto a la alabanza de los hombres. Vemos que dedica poco espacio a relatar las virtudes de los hombres y mujeres. 

Este silencio no deja de tener su propósito y nos enseña lecciones que hay que tener en cuenta. 

Constatamos que toda buenas cualidades que posee los hombres, todas son dones de Dios; realizan sus buenas acciones por la gracia de Dios manifestada en Cristo.

David conservaba en su corazón un sentido innato de lo que era justicia, y prestamente dio su sentencia. 

David poseía un espíritu muy ensalzado de su propia confianza, esto fue lo que preparó la caída de David. La sentencia se tenía que cumplir. 

Existía por aquel entonces una ley que el gobierno tenía que cumplir, dicha ley no afectaba al rey o al Sultán, solo afectaba al pueblo. 

David, el juez, había condenado a muerte a David, el trasgresor. Cuando una persona se aleja de los caminos de Dios, Satanás ocupa ese espacio que antes había tenido Dios. 

Satanás puede hacer que el hombre se separe de Dios, la única fuente de fortaleza, y despertar los deseos carnales. 

David no podía contrarrestar su veredicto, porque el mismo había pronunciado la sentencia. 

Cuando los hijos de Dios se alejan de la presencia de Dios, Satanás ocupa ese lugar, dando un giro inesperado a su vida alejándose lejos de Dios. 

Una de las cualidades de David, era el sentido de la justicia, David no tenía escusa. Matar a un hombre, y desear su esposa, el pecado era muy grande ante los ojos de Dios. 

El encubrimiento del pecado ante Dios y los hombres, no tenía escusa. Esto es lo que hacemos los seres humanos, queremos ocultar nuestro pecado ante Dios, y los hombres. 

Y con toda tranquilidad del mundo, pasar esta experiencia como si no hubiera pasado nada. 

Pero los ojos de Dios que todo lo ve, le mando un mensaje a David, el comprendió la magnitud de su pecado ante los ojos de Jehová. 

El corazón de David se conmovió y su arrepentimiento fue sincero, pero la consecuencia del pecado trajo sus frutos. 

Dios nos ama, y llama a la puerta de nuestro corazón, para que nos arrepintamos y volvamos al buen camino. El amor de Dios para con el hombre se manifestó en Cristo en la cruz.

MARANATA.

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