miércoles, 31 de agosto de 2016

NO SEAS QUE TU SEAS TENTADO.


Hermanos, si alguno fuera sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado. Gál. 6:1.
Experiencia.
Sucedió en Africa. 

Los jóvenes son atrevidos y osados, cierto joven fue a nadar al rio. De repente fue tomado por un cocodrilo quien lo arrastró debajo del agua, perdió el conocimiento, el cocodrilo lo arrastro hasta su cueva donde lo deposito hasta que se corrompiese, para después comérselo. 

Pasado un tiempo el Joven recobró el conocimiento. Comprendió que su situación era muy delicada. Tenia que tomar una decisión rápida, observo que encima de el había en la cueva un espacio donde entraba la luz del sol. 

No perdió tiempo empezó como pudo a trepar por oscuro agujero y escapar de allí cuanto antes. Durante un tiempo su misión era salir a cualquier precio, por fin lo consiguió. 

El acto del cocodrilo se parece a las acciones de los hermanos de la iglesia. Hay veces cuando un hermano de la iglesia cae de la gracia. 
En un momento de debilidad y es vencido por una falta. Es el momento cuando más que nunca necesita de los miembros de la Iglesia. 

Puede haber escandalizado a algunos miembros sensibles, o a un anciano por su conducta. Y en vez de ayudarlo lo hundimos más. 

La iglesia no demuestra la paciencia del Señor, por qué los miembros de la iglesia solo sabe condenar y censurar y dejan a la victima sobre el escollo para que se pudra, cuando en realidad debieran mostrarle a la victima de la falta “el cielo” azul, del agujero en el techo, que es la vía de escape. 

Ciertamente el Salvador no aprueba el pecado, sea este la envidia o el poder ocupar un puesto más relevante en su estatus, tampoco deberíamos hacerlo nosotros. 

El pecado es pecado, pero la misericordia es infinita. Jesús dijo: “El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra” (Jun. 8:7). Pero nosotros arrojamos la piedra y escondemos la mano. 

El consejo es claro. “Si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre”. 

¿No somos afortunados de tener el Espíritu Santo para que nos guíe en nuestras relaciones con los demás miembros de la iglesia? Su Espíritu nos ayuda a ser pacientes y bondadosos con los que yerran. [“pero aveces no lo hacemos”] 

Si somos verdaderamente hijos de Dios, haremos todo lo que este en nuestro poder para ayudar al que haya caído. Que no haya tiempo para la critica, ni la envidia, ni desear el cargo de otro hermano, sino para conducirnos todos juntos con él Señor a los atrios del Universo.
Maranata
Luis José de Madariaga.
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La Biblia a través del tiempo.
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