martes, 23 de agosto de 2016

REFLEJANDO LA SABIDURÍA QUE DIOS NOS DA.


Porque a éste es dada por el Espíritu palabra de sabiduría; a otros, palabras de ciencia según el mismo Espíritu. 1º Cor. 12:8.
Me gusta las palabras de una poesía, escrita por un autor anónimo, titulada “comienza el día con Dios”. Cada mañana acudo unos momentos a la ventana y veo el amanecer del sol. 

Contemplo tanta belleza y esplendo, miro un poco más arriba y esta el Lucero del alba (“Morning star”). Contemplo la obra de mi Señor, en el medito y, por está visión mi espíritu se fortalece, para emprender con alegría las labores del día. 

Los que miran al cielo y contemplan las bendiciones que Dios tiene guardadas para nosotros estaremos en mejores condiciones para vivir durante el día con la sabiduría divina en el corazón.

Salomón dijo: que la sabiduría hay que adquirirla: Guarda mis mandamientos y vivirás”. . .Sabiduría ante todo, adquiere sabiduría; y ante toda tu posesión adquiere inteligencia”. 

Al pasar por este día, ¿lo haremos como necios, o como sabios? (Prov. 4:7; 16:16). 

La sabiduría a la cual se refiere Pablo y Salomón proviene de Dios. Sólo podemos recibirla si nos entregamos a él. 

Nadie discute que los hombres del mundo posean sabiduría: Poseen sabiduría para obtener riquezas, bienestar y honores, para gobernar a los pueblos, pero amenos que la sabiduría provenga de Dios, las cosas que logren perecerán. 

Hay solo una sabiduría que vale realmente la pena. Richar Cecil, ministro ingles del siglo XVIII, escribió “hay sólo dos clases de sabios: los que sirven a Dios porque lo han hallado, y los que lo buscan porque no lo han hallado”. Los que aceptan a Cristo reciben uno o más de los dones del Espíritu. 

Nadie es dejado sin un don. Este don es dado con un propósito. Como los talentos entregados por el Señor a sus siervos. (Mat.25:14-30), los dones que recibimos deben ser usados en el servicio del Maestro. 

Los dones de nuestro texto son esenciales para la vida cristiana de éxito. 

Sin la sabiduría del cielo no podemos realizar la obra de Dios que nos ha encomendado. 

Sin el conocimiento que proviene del estudio de la Palabra de Dios no estaríamos a la altura de lo que él espera de nosotros. 

Alguien ha dicho que “el intelecto de los sabios es como el vidrio: deja pasar la luz del cielo y la refleja”. 
 Jesús es la Luz del cielo, y del mundo. Reflejemos su sabiduría y su conocimiento hoy.
Maranata
Luis José de Madariaga.
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