Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas? Mat. 6:26.
Al contemplar los elevados arboles que agitan su fresco y verdes follaje y la tierra cubierta con su verde alfombra, las flores y los arbustos que brota de la tierra, deberíamos de recordar que toda esta hermosura de la naturaleza fueron usadas por Cristo al enseñar sus grandes lecciones de esperanza para el hombre.
Al mirar los campos ondeantes de trigo, al escuchar los alegres cantos de los pájaros sobre la ramas, y al ver los barcos surcar sobre las aguas del mar de galilea, deberíamos recordar las palabras de Cristo a la orilla del lago, en los pequeños bosque y en las montañas, y los objetos similares de la naturaleza que nos rodean deberían hacernos recordar las bellas lecciones que allí enseño el Maestro.
Hoy podemos visitar el gran cañón, o los montes suizos, tal vez los bosques y montañas de la península Ibérica, y contempla la naturaleza que esta proclamando a los cuatro vientos las palabra de Jesús.
Dichas palabras en un momento determinado de la historia, deberían ser consideradas sagradas tales escenas, y éstas deberían traernos gozo y alegría nuestros corazones. ¿Quien no ha visto una puesta de sol, o un paisaje hermoso?
Y ha venido a su mente un texto bíblico, o una parábola. Cristo uso los elevados árboles, la tierra cultivada, las rocas desnudas, las flores, la amapolas, o una casa llena de hermosas flores. Un hermoso valle, las aves con su majestuoso vuelo y entonando una bella melodía.
Tal vez los más afortunados han oído y visto una cascada deslizándose el agua hasta llegar a la roca, el sonido y su belleza clama la gloria de Dios. Una de las cosas que más me gustaba cuando iba a la selva, era escuchar el canto de las aves, el sonido del viento sobre los arboles, y el rugir de la cascada del allante Tepuy (Roraima).
Pero yo no conocía a Dios, hoy solo me conformo con ver los pirineos y sus valles, y dar gracias a Dios por tanta belleza y paisajes que e visto en mi vida, desde Suiza hasta España, y el desierto del sahara.
Me recuerdan a esos momentos en que Cristo hablaba a la multitud. Todos esto objetos que componía las escenas vivientes alrededor de ellos era medios por los cuales sus lecciones se imprimían en sus mentes.
Así eran llevadas al corazón de todos. . . llevandolos suavemente de la contemplación de la obra del Creador de la naturaleza al Dios de la naturaleza. . . Si Dios cuida de las aves y las preserva, ¿no tendrá mucho más amor y cuidado hacia la criaturas formadas s su imagen? (The S. Patients at Gorguac, Lake; the Address of Mrs. W. 1878).
Maranata
Luis
José de Madariaga.
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segunda venida apocalíptica.
La
Biblia a través del tiempo.
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