Ninguno de nosotros vive para sí y ninguno muere para sí: Romanos 14:7.
Desde el Silencio íbamos con el carro hacia Petare, en la ciudad de Venezuela. Hacía un calor sofocante, y miles de carros iban en esa dirección.
Entre las filas de los coches se ponía vendedores ambulantes, jugándose la vida cada día.
Mi compañero esperaba impaciente que cambiara la luz. En el asiento de atrás, su hijo adolescente miraba distraído por la ventanilla del automóvil.
De repente se acercó al auto un muchachito con una bolsa de manzanas en la mano.
-Seis por 50 centavos -dijo con ojos suplicantes.
Era el típico niño de calle, de esos que andan por las esquinas limpiando los parabrisas, vendiendo cualquier cosa, o simplemente pidiendo una limosna.
De esos que, de tanto pedir, un día deciden "tirar y correr". Y después viven corriendo, y no paran de correr en toda su vida.
Era un muchacho sencillo, de esos que sin saber se transforman en discursos inflamados y artículos como éste.
Mi compañero lo miró y, a pesar del calor sofocante, se dio el trabajo de buscar dinero en su bolsillo y comprar una bolsa de manzanas.
-¿Vas a comer eso aquí, en el auto? -preguntó el hijo, con aire de experto-. ¡Esas manzanas están casi podridas!
-Yo no las compré para comer -respondió el padre-. Las compré para que el muchacho pueda comer.
¿Entendemos este mensaje?
Compromiso sería la palabra correcta en este caso. Todos tenemos que ver con todos. No somos islas. De alguna manera somos responsables por los que sufren,
aunque vivamos en un mundo cada vez más egoísta, donde todos están contra todo el mundo, y donde todo el mundo trata sólo de protegerse y preocuparse por lo propio.
La dependencia es una ley de la vida. Dependencia, no en el sentido de falta de iniciativa propia, esperando que los demás hagan las cosas,
sino dependencia en el sentido de saber que nuestras realizaciones, conquistas y victorias no son fruto apenas de nuestro propio esfuerzo, ya que otros también tuvieron que ver con eso.
La tierra necesita de la lluvia para producir, pero la lluvia necesita primero ser nube, y para ser nube precisa del Sol; y el Sol, para calentar las aguas y producir la nube, necesita de la rotación de la Tierra.Nadie es una isla. Todos precisamos de todos. Tal vez algunos precisan más que otros, y, si la vida nos hizo fuertes y nos colocó en un lugar privilegiado,
es bueno preguntar: "¿Qué puedo hacer por mi prójimo?"
¿Soy capaz de levantar los ojos más arriba de mis intereses y comodidades y mirar hacia el hermano que está al lado?
¿Pienso que el infortunio, el hambre, la necesidad, la enfermedad y a veces la muerte, son patrimonio exclusivo de los demás?
¿Seré capaz de extender la mano, mientras tengo mano? ¿Seré capaz de mirar con simpatía, mientras tengo ojos?
Ojalá que sí, porque un día la tristeza puede golpear también a mi puerta y entonces tal vez sea demasiado tarde.
MARANATA.
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