CON EL SILENCIO CONDENAMOS A CRISTO.

“Entonces le dijo Pilatos: ¿A mí me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para crucificarte, y que tengo autoridad para soltarte? Respondió Jesús: Ninguna autoridad tendrías contra mí, si no te fuere dada de arriba; por tanto, el que a ti me ha entregado, mayor pecado tiene” (Juan 19: 10-11).

La respuesta de Jesús irrito al orgulloso y arrogante Pilatos. Esto podría llamarse un desacato a la autoridad Romana en la persona de Pilatos. 

¿Cuántas veces los hombres y mujeres expresamos con nuestros hechos este mismo concepto que adoptó Pilatos? 

El orgullo y la arrogancias están en el ser humano, pero este problema se puede controlar con la ayuda de Dios, cuando el hombre es transformado por la gracia. 

La respuesta de Cristo. El que a ti me ha entregado: Caifás, como sumo sacerdote y como el funcionario de más alto rango en Israel, y por ende era el sumo sacerdote. 

Caifás representa al señor que sirve a Satanás, y estaba su mente dominada, y hacía todo lo que le ordenaba. 

Cuántas veces el hombre es dominado por unos sentimientos como lo fue Caifás, y dejamos las riendas suelta a nuestras pasiones. Cristo era el Rey del universo y de los mundos creados. 

“Se niega dar tributo a César”. Su silencio es elocuente para todos los presentes en el patio de Pilatos. 

Caifás como poseía tener mayor conocimiento, y era intérprete de la ley divina ante el pueblo; por lo tanto, su culpa era mayor.

 Cristo había dado pruebas de su divinidad, pero los líderes judíos habían endurecido sus corazones antes los rayos de luz vertidos al pueblo. 

Estás misma señales pasarán antes de la venida de Cristo. Los gobiernos se unirán en coalición para destruir a los hijos de Dios. El hecho de que el pecado de Caifás fuera “mayor”, no significa que Pilatos fuera inocente. 

El gobernador romano tuvo su parte de responsabilidad. Podía rehusar entregar a Jesús. 

Pilatos tuvo su oportunidad y la desaprovecho, Dios le mandó un mensaje y no hizo caso. 

¡Cuántas veces Dios nos manda mensajes y no queremos oír! 

La obra y la misión de Cristo en este mundo no habría de gratificar la ociosidad o la curiosidad de este mundo. 

El vino a sanar al quebrantado de corazón, dar alivio al que sufre una enfermedad incurable. 

Vino a transformar los corazones de piedra, a corazones de carne. No desechemos a Dios, pues está a las puertas, aunque muchos como Pilatos no lo crean. 

Es el Único que puede librarnos de la cautividad del pecado, y ser transformados en un abrir de ojos.

MARANATA.

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