Sin
fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se
acerca Dios crea que le hay, y que es galardonado de los que le
buscan.
Heb.
11:6.
Un
muchacho jugaba con su cometa. Estaba tan alto que apenas se lo veía.
Se le acerco un caminante que pasaba por ese lugar, viendo al niño
tan concentrado mirando al cielo que se acerco el niño y le
pregunto: -¿Que estas haciendo? -Estoy haciendo volar mi cometa
-contesto el muchacho. (Foto. La cometa de la fe)
-No veo el cometa -dijo el hombre.
-Sí
esta allá, señor -contesto el niño.
-No
lo veo, no puedo verlo -dijo el hombre extrañado por la actitud del
niño. ¿Cómo sabes que está allí? Replico el hombre.
-Señor,
sé que está porque siento cómo tira el hilo.
Dentro
de lo más profundo del corazón, en el rincón más apartado el
hombre sabe que existe un Dios, y los que le buscan, no lo buscan en
vano. Debemos estar seguros de que ciertamente es recompensado de
los que le buscan con diligencia.
Pero sin fe es imposible llegarse
a Dios. Para los más escépticos la fe no existe, para ellos es el
resultado de que las cosas te salga bien, es el destino, no hay en
ellos la mas mínima esperanza, la fe no existe.
La
fe es un hilo fino que llega hasta el trono de la gracia, cuanto más
usemos ese hilo, más fuerte y robusta se ara el hilo. Hay promesas
que
se
prometen a los que usen este hilo de comunicación entre el cielo y
la tierra con fe sincera como el niño de nuestra historia.
En ella
encontraremos Paz, perdón, poder para vencer nuestros vicios de ese
mal carácter, limpieza de corazón, y la más bella de las promesas
dada al hombre la vida eterna.
Hay
hombres y mujeres que piensan que nada más morir van al cielo, no
importa lo que hayan hecho en esta tierra, ¡que lejos esta de la
realidad! En las Escrituras encontramos las más bellas promesas y
las más ricas bendiciones. La fe sincera nos acerca a Nuestro
Creador.
Todo
esto es posible mediante la fe en Cristo. Quizá no lo veamos, pero
hay la evidencia de que vive y se interesa por ti y por mi. Se
cuenta la historia que en cierta ocasión ubicaron a un incrédulo o
ateo, en la habitación de un cristiano, por no haber sitio en la
posada.
Paso
la noche con ese cristiano. Temprano fue al posadero y con exigencia
le pidió otra habitación, el posadero le pregunto ¿Que le sucede
señor? ¿A dormido mal? ¿No estaba la cama a su gusto? (foto. Los presos son hijos de Dios).
Replico el ateo: Si estoy cinco minutos más en esa habitación, con ese hombre me voy a convertir en cristiano.
-Replico
el posadero: Pero ¿qué de malo hay en eso?
-No
puedo soportar las oraciones de ese hombre. Ora como si creyera
realmente que hay un Dios que escucha, y yo no puedo soportar eso.
De me otra habitación.
Conocí
en vida a una anciana que oraba de tal manera que hacia temblar a los
que allí había
Maranata.
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