domingo, 7 de noviembre de 2010

NO ES SUFICIENTE UN CONOCIMIENTO SUPERFICIAL.

A quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria. Col. 1: 27.

Hay muchos misterios en la Palabra de Dios que no comprendemos, y muchos nos contentamos deteniendo nuestra investigación cuando tan sólo hemos comenzado a recibir algo de conocimiento concerniente a Cristo.
Cuando comienzan a desplegarse un poco ante la mente los propósitos divinos y comenzamos a obtener un leve conocimiento del carácter de Dios, quedamos satisfechos y pensamos que hemos recibido prácticamente toda la luz que hay para nosotros en la palabra de Dios.

Pero la verdad de Dios es infinita... Jesús fue bien claro cuando dijo a sus discípulos "escudriñad las Escrituras" (Juan 5: 39). Escudriñar significa comparar texto con texto y cosas espirituales con cosas espirituales. No debiéramos satisfacemos con un conocimiento superficial.

No comprendemos ni la mitad de lo que Dios está dispuesto a hacer por su pueblo... Nuestras peticiones, mezcladas con fe y contrición, debieran ascender a Dios en procura de un entendimiento de los misterios que Dios quiere hacer conocer a sus santos...

La pluma de un ángel no podría describir toda la gloria del plan revelado de la salvación. La Biblia dice cómo llevó Cristo nuestros pecados y cargó con nuestros dolores. Aquí se revela cómo se unieron la misericordia y la verdad en la cruz del Calvario, cómo se besaron la justicia y la paz, cómo puede ser impartida al hombre caído la justicia de Cristo.

Allí se desplegaron infinita sabiduría, infinita justicia, infinita misericordia e infinito amor. Las profundidades, las alturas, las longitudes y las anchuras del amor y la sabiduría, que sobrepasan al entendimiento, se han dado a conocer en el plan de salvación.

El Espíritu de Dios descansará sobre el diligente escudriñador de la verdad. El que desee la verdad en su corazón, que anhele la obra de su poder en la vida y el carácter, ciertamente la tendrá. Dice el Salvador: "Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados" (Mat. 5:6).

E. G. W.

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